jueves, 4 de febrero de 2010

EFECTOS DE LA GUERRA SOBRE EL CUERPO DE DESEOS. - EL CUERPO VITAL AFECTADO POR LAS DETONACIONES DE LOS GRANDES CAÑONES


TERCERA PARTE

EFECTOS DE LA GUERRA SOBRE EL CUERPO DE DESEOS. - EL CUERPO VITAL AFECTADO POR LAS DETONACIONES DE LOS GRANDES CAÑONES

En los comienzos de la Gran Guerra las emociones de los habitantes de los países de Europa eran desesperadamente horribles, primero entre los que llamamos "vivos" posteriormente entre los muertos -cuando despertaban-. Este despertar requirió largo tiempo a causa de los enormes cañones usados. Toda la atmósfera de los países conflagrados hervía en corrientes de odios y rencores, igual que una nube de un rojo oscuro que pendiese sobre la totalidad de los seres humanos y sobre la Tierra en conjunto. Aparecieron después las rayas obscuras semejantes a paños mortuorios que parecen generarse siempre en crisis de súbitos desastres, cuando la razón no trabaja la desesperación apresa el corazón. Esto ocurría, sin duda, al darse cuenta los pueblos de que aquella catástrofe era de tal magnitud que no podían medirla en su intensidad ni en sus consecuencias. Los cuerpos de deseos de la mayoría giraban a su máxima velocidad en largas ondas de pulsaciones rítmicas que decían más claramente que las palabras: "¡Matar! ¡Matar! ¡Matar solamente!"
Al encontrarse dos o tres individuos o una multitud y comenzaban a discutir sobre la guerra, la pulsación rítmica indicaba llevar a cabo el propósito establecido y la prevención cesaba y los pensamientos y sensaciones de excitación generados por la discusión tomaban la forma de proyecciones cónicas que rápidamente subían a una altura de seis u ocho pulgadas hasta que estallaban, emitiendo una especie de lengua de fuego. Algunos individuos generaban un número de estas estructuras volcánicas a la vez y otros solamente generaban una o dos al mismo tiempo. Cuando una de estas burbujas estallaba en un lugar, aparecían otras en alguna otra parte del cuerpo de deseos mientras proseguía la discusión y no era más que la llama que de ellas emergía la que coloreaba la nube escarlata que se desparramaba por aquella tierra. Al disgregarse una multitud o separarse algunos amigos después de una discusión, el burbujeo y las erupciones disminuían y se hacían menos frecuentes, cesando finalmente para dar de nuevo lugar a las largas pulsaciones rítmicas más arriba mencionadas.
Estas condiciones son hoy muy raras si es que se ven alguna vez, pues el odio explosivo hacia el enemigo como se ha indicado es una cosa del pasado en lo que hace referencia a la inmensa mayoría. El color anaranjado, básico en el aura de los pueblos occidentales, es otra vez visible y tanto los oficiales como los soldados parece que han tomado la guerra como un juego más o menos peligroso; cada uno ansía sobrepasar al otro y excederle en astucia. La guerra no es más que un canal para su ingenuidad, pero algunos de los hermanos legos de la Orden Rosacruz, creen que la condición de odio volverá a aparecer en una forma modificada cuando cesen las hostilidades activas y comiencen las negociaciones para la paz (1)

Esta forma de emoción podemos llamarla odio abstracto y difiere ampliamente de lo que se observa en el caso de dos personas que se enojan en la vida privada, tanto si llegan a las manos como si no. Vista esta circunstancia desde el lado oculto de la naturaleza, se ve que existen las hostilidades antes de llegar a los hechos. Formas de deseo daguiformes., dentadas, se proyectan de uno al otro como lanzas hasta que la furia que de ellas se genera halla expansión. En el enojo patriótico no hay enemigo personal alguno y por consiguiente las formas de deseo son más bruscas y estallan sin dejar al individuo que las generó. Los "hombres de acero" tan comunes en la vida privada en donde la inquietud por las mil y una cosas que nunca ocurren, lo bloquean con una armadura alrededor de su persona, cuando dejan que el viejo saturno les aprisione, con los que brillaron y brillan por su ausencia. El autor cree en la hipótesis de que la tensión de su medio ambiente les forzó a alistarse y este choque rompió la coraza en que estaban encerrados; inmediatamente después, la familiaridad con el peligro llegó a gustarles. Cierto es que esta gente se ha beneficiado grandemente con la guerra, pues ningún estado es tan embarazoso para el desarrollo del alma como el que ocasiona el miedo constante y la inquietud. Es igualmente un hecho notable que aunque los hombres empujados por la guerra sufren pavorosas privaciones, la masa de ellos cultiva un matiz de un azul celeste pálido que significa esperanza optimismo y un sentimiento religioso que alborea dando un toque altruista al carácter. Esto indica que aquel sentimiento universal de fraternidad que no reconoce distingos de credo, color ni país aumenta y se desarrolla en el corazón humano.
En los comienzos de la guerra los cuerpos de deseos de los combatientes giraban a un grado espantoso de rotación era de notar que mientras la gente que desaparecía por enfermedad, vejez o accidentes ordinarios recobraba su conciencia en corto lapso de tiempo, variando de unos pocos minutos a unos días, aquellos muertos en el campo de batalla permanecían en la inconsciencia por varias semanas en muchos casos y, aunque parezca extraño los que perecían desmenuzados solían despertarse mucho más deprisa que miles y miles que sufrieron solamente heridas insignificantes. Este enigma quedó sin descifrar por muchos meses para mí.
Antes de estudiar las causas que motivaban este fenómeno, debemos recordar primeramente que cuando la gente muerta en estas circunstancias, inflamada de ira, durante los primeros tiempos de la guerra, despertaron en el mundo invisible, como de costumbre reanudaron su pelea con el enemigo y hasta tanto que el gran trabajo educativo iniciado por los Hermanos Mayores y sus Auxiliares Invisibles dio sus frutos, estos hombres erraban por el espacio con sus cuerpos mutilados y llenos de mortal congoja a causa de los seres queridos dejados atrás. Ahora (el escritor sigue situándose durante la primera Gran Guerra) tales acontecimientos son extremadamente raros y pronto zanjados, puesto que a todos se les ha enseñado que el pensamiento creará un brazo nuevo, otro miembro y una nueva cara; el odio patriótico ha desaparecido y los "enemigos", que saben hablar el lenguaje de su contrincante, a menudo fraterniza con gran provecho para ambos. La encarnada nube del odio va esfumándose, el negro velo de la desesperación ha desaparecido, ya no hay estallidos volcánicos de pasión ni entre los vivos ni los muertos, pero por lo que puede el escritor leer sobre las señales del tiempo en el aura de las naciones, existe un propósito determinado de llevar las cosas hasta el fin. Incluso en hogares faltos de varios de sus miembros esto parece plausible. Existe una añoranza profunda por los amigos idos al más allá, pero no hay odio por los enemigos terrenales. Esta añoranza es compartida desde lo ignoto por los amigos y muchos atraviesan el velo, pues la intensidad de su nostalgia despierta en los muertos el poder de manifestarse por la atracción de una cantidad de éter y de gas que, a menudo, se extrae del cuerpo vital de un amigo "sensitivo", de la misma manera que los espíritus materializantes usan el cuerpo vital de un médium en trance. De este modo los ojos cegados por las lágrimas se abren muchas veces para un corazón lleno de anhelo, de manera que los seres queridos actualmente en el mundo espiritual, son nuevamente vistos cara a cara y de corazón a corazón. Éste es el método de la naturaleza para cultivar el sexto sentido que nos permitirá definitivamente a todos saber que el hombre es un espíritu inmortal y que la continuidad de la vida es un hecho en la naturaleza.
Para comprender la lentitud con que los desaparecidos durante la guerra recobran la conciencia en el mundo invisible, debemos ante todo emprender un más íntimo estudio de los cuatro éteres que se describen en el Concepto Rosacruz del Cosmos.
Los átomos de los éteres químico y de vida reunidos alrededor del átomo-simiente nuclear, situado en el plexo solar, adoptan la forma de prismas. Todos ellos están situados de tal manera que cuando la energía solar entra en nuestros cuerpos a través del bazo, el rayo refractado es encarnado. Éste es el color del aspecto creador de la Trinidad, esto es, Jehová, el Espíritu Santo que rige la Luna, el planeta de la fecundación. Por consiguiente el fluido vital despedido por el Sol y que penetra en el cuerpo humano por medio del bazo teñido de un color rosa pálido, el cual es a menudo notado por los videntes al circular a lo largo de los nervios como hace la electricidad por los conductores de un sistema eléctrico. Así cargados, los éteres químicos y de vida son las avenidas de la asimilación que preservan al individuo, y de la fecundidad que perpetúa la raza.
Durante la vida cada átomo vital prismático penetra en un átomo físico y lo hace vibrar. Para darse idea de esta combinación imagínese un cesto de alambre en forma de pera, cuyas paredes de alambre curvado en espiral corran oblicuamente de polo a polo. Éste es el átomo físico y fu forma es aproximadamente la de nuestra Tierra, y el átomo vital prismático se introduce por arriba que es la parte ancha y que corresponde al polo Norte del orbe. De esta manera la punta del prisma penetra en el átomo físico por su más estrecho punto que corresponde al polo Sur de nuestro planeta y el total se parece a un trompo girando, ladeándose y en vibración. Éste es el modo en el que nuestro cuerpo adquiere vida y capacidad de movimiento. (Es conveniente hacer notar que nuestra Tierra se halla semejantemente penetrada por un cuerpo cósmico de éter y que las manifestaciones que nosotros llamamos aurora boreal y aurora austral no son más que corrientes etéreas circundando la Tierra del polo al Ecuador, como hacen las corrientes de los átomos físicos.)
Los éteres de luz y reflector son avenidas de conciencia y de memoria. Se ven algo atenuados en los individuos corrientes y no han tomado una forma definitiva todavía e interpenetran al átomo como el aire interpenetra a una esponja y forman una ligera atmósfera áurica en el exterior de cada átomo.
A la muerte tiene lugar una separación; el átomo-simiente se retira desde el ápice del corazón a lo largo del nervio saturnino pneumogástrico, a través de los ventrículos y saliendo por el cráneo (Gólgota); todos los átomos del cuerpo vital quedan liberados de la cruz del cuerpo denso por el mismo movimiento en espiral que desatornilla cada átomo prismático de éter de su cubierta física.
Este proceso se verifica con mayor o menor violencia, según la causa de la muerte: una persona de edad cuya vitalidad se ha ido lentamente endureciendo puede dormirse y al despertar hallarse al otro lado del velo, sin la más ligera conciencia de cómo tuvo lugar el cambio; una persona devota y religiosa que se ha preparado por la oración y la meditación acerca del más allá, podrá también hacer un insensible egreso y aquellos que mueren de frío helados, encuentran la que el que escribe reputa ser la más fácil de las muertes por accidente, siguiendo a continuación la del ahogado o la de asfixia.
Pero cuando un individuo es joven, robusto, especialmente con ribetes de ateísmo e irreligiosidad, el átomo etéreo prismático se halla tan estrechamente involucrado por el átomo físico que se requiere un tirón considerable para separarle del cuerpo vital.
Cuando la separación del cuerpo físico de los vehículos superiores ha sido cumplida y el individuo ha muerto, como decimos corrientemente, los éteres de luz y reflector son separados del átomo prismático.
Esto es, esa primera materia, como se describe en el Cosmos, que se moldea en las imágenes de la vida pasada y se graban en el cuerpo de deseos el cual, entonces comienza a sentir aquello que fue dolor o placer en la vida. La parte del cuerpo vital compuesta de los átomos prismáticos de los éteres químicos y de vida vuelve al cuerpo físico, planeando por encima de la sepultura y desintegrándose sincrónicamente con él.
Y llegamos al epicentro de nuestra explicación. -El éter es materia física, y mientras que los que han caído muertos por armas más pequeñas en combates de menos importancia pueden ser vistos algunas veces deambulando algo aturdidos, pero, no obstante, conscientes, los afectados por las aterradoras detonaciones de los grandes cañones, tan extensamente usados en esta guerra, quedan aletargados, pues tiene el efecto de trastornar enteramente los átomos etéreos prismáticos y destrozar (no desparramar), la áurica cubierta de los éteres de luz y reflector que forma la base del sentido de la percepción y de la memoria.
Hasta que esto se resuelve en su relatividad ordinaria, el hombre permanece en condición aturdida, comatosa, que dura, muy a menudo, semanas y semanas. - Bajo tales condiciones esta sutil materia etérica no puede prestarse a sí misma para la formación de las imágenes de la vida pasada, es decir, queda hasta cierto punto congelada.

(1) El lector se habrá dado cuenta de que el presente trabajo fue escrito durante la primera conflagración mundial y por lo tanto dará a los párrafos recién leídos el sentido que realmente tienen. - N. Del T.

del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel

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