jueves, 4 de febrero de 2010

EDUCACIÓN DEL NIÑO


EDUCACIÓN DEL NIÑO

Respecto al nacimiento de los diversos vehículos y la influencia que tienen sobre la vida, podemos decir que: durante el tiempo del nacimiento hasta los siete años se determinan las líneas del crecimiento del cuerpo físico, y como es sabido que el sonido es constructor tanto en lo grande como en lo pequeño, podemos imaginarnos, sin duda alguna, que el ritmo debe de tener gran influencia sobre el desarrollo y la sensibilidad del delicado organismo del niño. El apóstol Juan, en el capítulo primero de su Evangelio, expresa tal idea místicamente en estas bellísimas palabras: "En el principio era ya el Verbo... y sin él nada de lo que existe fue hecho... y el Verbo se hizo carne." La palabra o verbo es un sonido rítmico, el cual, emitido por el Creador, vibra por todo el Universo y funde a incontables millones de átomos en la multitud variada de formas y contornos que vemos alrededor de nosotros. La montaña, la margarita, el ratón y el hombre todo es la incorporación de tan gran Palabra Cósmica que aún continúa resonando y edificando a su rítmico son, si bien sin ser oída por nuestros groseros oídos. Pero, aunque no oigamos tan maravilloso sonido celestial, lo mismo podemos trabajar sobre el cuerpecito del niño con música terrenal, y aunque los arrullos de las niñeras no tengan sentido, sin embargo van envueltos, de un ritmo extraordinario, y cuanto más se diga al niño que los diga, los cante y repita, que baile y marche a su compás, más música se incorporará a su vida diaria. Gracias a ella su cuerpo, en los años venideros, será fuerte y vigoroso.
Hay dos palabras que se aplican a este período, una dirigida al hijo y la otra a los padres: Ejemplo e Imitación.
No hay nada bajo el cielo tan dado a la imitación como un niño pequeño, y su conducta en años posteriores dependerá en mucho del ejemplo dado por sus padres en la primera edad. No se resuelve nada con decir a un niño no hagas eso, porque no tiene mente para racionar, así que cuando imita sigue su tendencia natural, como el agua que busca su nivel. Por lo tanto, debe tener en cuenta todo padre que desde la mañana a la noche hay ojos vigilantes sobre él constantemente, para ver todo cuanto él haga y seguir su ejemplo.
También es de la mayor importancia que las ropas de un niño sean muy holgadas, especialmente las de los jovencitos, porque los atavíos que oprimen o rozan, producen vicios que siguen al hombre durante toda la vida.
Si alguno intentase extraer a la fuerza a un niño del vientre protector de la madre, ese crimen provocaría su muerte, porque el niño no ha alcanzado aún la madurez suficiente para resistir los impactos del mundo físico. En los tres períodos septenarios que siguen al nacimiento, los vehículos invisibles están todavía en el vientre de la madre naturaleza. Si pretendemos enseñar a un niño de pocos años a recordar o a pensar, o si elevamos sus emociones y sentimientos, estamos, en efecto, abriendo el vientre protector de la naturaleza, y los resultados son igualmente tan desastrosos a este respecto como en el caso de forzar un nacimiento prematuro. Los niños prodigios generalmente se hacen personas de menos que mediana inteligencia. No obstante, no debemos oponernos a que un niño aprenda y piense por su propia voluntad, ni tampoco incitarlos, como hacen a menudo muchos padres para satisfacer su vanidad.
Cuando nace el cuerpo vital, a la edad de siete años, comienza un nuevo período y una nueva palabra, o más bien una relación, se establece entre los padres y el hijo. Esta correspondencia puede expresarse en dos palabras: Autoridad y Discipulado. En este período se le enseñan al niño ciertas lecciones que este toma con la mayor buena fe basada en la autoridad de sus padres y maestros, tanto en la escuela como en el hogar, y como quiera que la memoria es una facultad correlacionada al cuerpo vital, ahora ya puede
rememorar lo que aprende. Es, en consecuencia, eminentemente enseñable, sobre todo porque no está dominado por opiniones preconcebidas, las cuales pudieran impedirle aceptar ideas nuevas. Al final de este segundo período —alrededor de los doce a los catorce años—, el cuerpo vital se ha desarrollado de tal modo que se alcanza la pubertad. A la edad de catorce años nace el cuerpo de deseos, lo cual marca el comienzo del criterio propio. En los primeros años el niño se considera a sí mismo como que pertenece más a su familia y que está más subordinado a los deseos de sus padres, que después de los catorce años.
La razón es esta: en la garganta del feto y del niño pequeño hay una glándula que se llama timo, que es de mayor tamaño antes del nacimiento y va disminuyendo desde entonces gradualmente según pasan los años de la infancia, hasta desaparecer, por fin, a una edad que varía con arreglo a las características del niño. Los anatómicos se han quedado perplejos ante el funcionamiento de este órgano, y aún no han llegado a una conclusión; pero, no obstante, se ha sugerido que previamente al desarrollo de la médula roja de los huesos el niño no puede elaborar su propia sangre y, por lo tanto, el timo contiene una esencia, suministrada por los padres, de la cual el niño extrae la sangre durante la niñez y la infancia, hasta que llega el momento en que puede lograrla de su propio cuerpo.
La teoría es aproximadamente exacta, y como la sangre de la familia circula por el interior del niño, este se considera a sí mismo como parte de la familia y no un Ego. Pero desde el momento en que comienza a elaborar su sangre, el Ego se manifiesta, y ya no es más el niño de papá o de mamá: tiene una identidad propia.
Entonces llega la edad crítica, en la que los padres cosecharán lo que hayan sembrado. La mente no ha nacido aún, nada mantiene en jaque o refrenada a la naturaleza de deseos, y mucho, muchísimo, depende del modo que se ha educado al niño durante sus primeros años y el ejemplo de los padres. En este punto de la propia determinación, el sentimiento de que "yo soy, yo mismo" es más fuerte que en ningún otro momento y, por consiguiente, la Autoridad debe ceder el paso al Consejo y a la Advertencia. Los padres deben observar con mis hijos la mayor tolerancia, porque no hay momento en la vida de un ser humano en
que sea más necesaria la simpatía que durante el período septenario de los catorce a los veintiún años, cuando la naturaleza de deseos no tiene freno y está en toda su potencialidad.
Es un crimen infligir castigos corporales a un niño, cualquiera sea su edad. La fuerza nunca debe ser un derecho, y como son los más fuertes, los padres, por lo tanto, siempre deben tener la mayor consideración por el más débil, que es su hijo. Pero hay un rasgo del castigo corporal que lo hace eminentemente peligroso cuando se aplica a la juventud: que despierto la naturaleza pasional, la que por si sola es quizás superior al control de un joven en pleno desarrollo.
Si castigamos a un perro, pronto desnaturalizaremos su espíritu y lo transformaremos en un animal gruñón. Es muy deplorable que algunos padres consideren que su única misión en la vida es desnaturalizar el espíritu dé sus hijos bajo la regla del palo.
Si hay un defecto en la raza humana más patente que cualquier otro, es el de la falta de voluntad, y en nuestra calidad de padres podemos remediar este mal en gran medida guiando la voluntad de nuestros hijos según los dictados de nuestra más madura razón, de modo que cultiven la buena fe y la férrea voluntad, en vez de la falsedad y la indolencia, que conducen a los peores destinos, Así pues, nunca golpee a sus hijos. Cuando el castigo sea necesario, corríjaselos quitándoles privilegios e imponiéndoles obligaciones.
A los veintiún años, el nacimiento de la mente transforma al adolescente en un hombre bien pertrechado para comenzar su propia vida en la escuela de la experiencia.
Hemos seguido a un espíritu humano durante toda una vida cíclica, desde la muerte al nacimiento y hasta llegar a la madurez. Hemos visto como una ley inmutable gobierna cada uno de sus actos y con qué celo y amor velan por él esos Grande y Gloriosos Seres que son los ministros de Dios. El método de su desarrollo ulterior será explicado en un trabajo posterior que tratará de la Iniciación del Místico Cristiano.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario