viernes, 5 de febrero de 2010

EL PROBLEMA DE LA VIDA - en vímeo y en you tube -


CAPÍTULO II

EL PROBLEMA DE LA VIDA Y SU SOLUCIÓN


Entre todas las vicisitudes de la vida, las cuales varían en las experiencias de cada uno, hay un solo acontecimiento que más pronto o más tarde llega a todos: ¡la Muerte! No importa nuestra posición social, si la vida que hemos vivido ha sido buena o, de lo contrario, si nuestro paso entre los hombres ha quedado marcado con grandes hechos, que nuestro lote haya sido de enfermedad o de salud, o que hayamos sido famosos y estado rodeados por una hueste de amigos admiradores o que, por el contrario, hayamos pasado desconocidos en la sociedad durante los años de nuestra vida, llega un momento en el que estamos solos ante el portal de la muerte y forzados a dar el salto en la obscuridad.
El trance que significa ese salto y qué es lo que nos espera en el más allá, es objeto de
meditación para todo ser pensante. En los años de la juventud y de la salud, cuando la barca de nuestra vida navega en los mares de la prosperidad, cuando todo se nos antoja bello y brillante, podemos dejar de lado tal pensamiento, pero seguramente llegará un día en la existencia de toda persona sensata en el que el problema de la vida y de la muerte se abra paso en su conciencia y no pueda ser descartado ni postergado. Tampoco nos será de gran provecho el aceptar cualquier solución dada por algún otro ciegamente y sin pensar sobre ella, porque este es un problema básico, el cual debe resolverlo cada persona por sí mismo para quedar satisfecha.
Cerca del limite oriental del desierto de Sahara está la Esfinge de fama universal, con su faz inescrutable dirigida al Este, siempre dando cara al Sol en cuanto sus primeros rayos anuncian al nuevo día. Según mitos griegos, este monstruo debía preguntar un enigma o adivinanza a todos los viajeros, y devoraba a todos aquellos que no contestaban, pero cuando Edipo aclaró el enigma propuesto, el monstruo se destrozó a sí mismo.
Lo que la Esfinge preguntaba a los hombres era el enigma de la vida y de la muerte, una pregunta que tenía tanta importancia como hoy, y a la cual todos debemos contestar o seremos devorados entre las garras de la muerte. Pero, una vez que la persona ha hallado la solución del problema, se le hará evidente que en realidad la muerte no existe, y que lo que parece que es así, es solo un cambio de un estado de existencia a otro. Así pues, para el hombre que encuentra una solución verdadera al enigma de la vida, la esfinge de la muerte ha cesado de existir y puede elevar su voz prorrumpiendo en el grito triunfal de: "¡Oh, muerte!, ¿dónde está tu guadaña? ¡Oh, tumba!, ¿cuál es tu victoria?"
Se han emitido varias teorías para resolver este problema de la vida. Nosotros podemos dividirlas en dos clases, es decir, la teoría monástica, que sostiene que todos los hechos de la vida pueden ser explicados con referencia a este mundo visible en el cual vivimos, y la teoría dualistica, la cual transfiere parte del fenómeno de la vida a otro mundo que ahora está invisible a nuestros ojos.
Rafael, en su famosa pintura "La Escuela de Atenas," ha indicado de una manera muy adecuada la actitud de estas dos escuelas de pensamiento. Vemos en tan maravilloso cuadro un atrio griego, semejante a aquellos en los que los filósofos acostumbraban congregarse.
Sobre los diferentes escalones que conducen al interior del edificio se ve un gran número de hombres enredados en una profunda discusión, pero en el centro y en la parte superior de los escalones hay dos figuras de pie, que se supone son Platón y Aristóteles, uno señalando hacia arriba y el otro indicando hacia abajo, a la tierra, ambos mirándose fijamente a la cara, mudos, pero con profunda y concentrada voluntad. Cada uno pretende convencer al otro de que su actitud es verdadera, porque ambos están plenamente convencidos de su teoría.
Uno de ellos sostiene que es de tierra y de arcilla, que él ha venido del polvo y al polvo ha de volver; el otro aboga por la idea de que hay algo superior que ha existido siempre y continuará existiendo, sin importar nada lo que pueda suceder con la forma corpórea en la que mora y que los mantiene unidos.
La pregunta de cuál está acertado se halla todavía sin resolver para la gran mayoría de la
humanidad. Se han borroneado millones de toneladas de papel en fútiles intentos para llegar a un acuerdo con argumentaciones; pero, no obstante, continuará este interrogante siempre para todos aquellos que no han llegado a la solución de este enigma por ellos mismos, porque este es un problema básico, una parte de la experiencia de la vida de cada ser humano para solucionar esa cuestión, y por lo tanto nadie puede darnos la solución dispuesta para nuestra aceptación. Lo más que pueden hacer aquellos que han solucionado realmente este problema, es mostrar a otros las vías por las cuales ellos han arribado a tal solución, y de este modo dirigir al investigador para que pueda también alcanzarla.
Esta es la finalidad de este libro; no la de ofrecer una solución al problema de la vida para que sea aceptada ciegamente, por la confianza en la capacidad investigadora del autor. Las enseñanzas contenidas en estas páginas han sido impartidas por la Gran Escuela Occidental de Misterios de la Orden Rosacruz y son el resultado del testimonio concurrente de un largo número de videntes ejercitados y se le han comunicado al autor, quien las ha completado con su investigación independiente, propia de los planos atravesados por el espíritu en su jornada
cíclica desde el mundo invisible a este plano de existencia, y así sucesivamente.
Sin embargo, se advierte al lector que el autor puede haber entendido mal algunas de las enseñanzas y que, a despecho del enorme cuidado que ha tenido, puede deslizarse algún punto de vista erróneo de lo que él cree haber visto en el mundo invisible, en el que las posibilidades de equivocarse son infinitas. Aquí, en el mundo en que vivimos, las formas son fijas, no cambian fácilmente, pero en el mundo superior, que es solamente perceptible por la vista espiritual, en realidad no existe la forma, sino que todo allí es vida. Por lo menos, las formas son tan mutables que las metamorfosis que se narran en los cuentos de hadas están allí multiplicadas en un grado infinitamente mayor, y por lo tanto, vemos las revelaciones sorprendentes de los médiums y otros clarividentes negativos que, aunque sean de recta conciencia, están sencillamente burlados por lo ilusorio de la forma, que es efímera, debido a la razón de ser incapaces de ver la vida que constituye la base permanente de la forma.
A nosotros nos es preciso aprender a ver en este mundo. El niño recién nacido no tiene idea de la distancia y querrá coger las cosas por lejos que estén, fuera de su alcance, hasta que la experiencia lo va adiestrando. Una persona ciega que ha adquirido de nuevo la facultad de la vista por una operación o bien por otra causa, estará inclinada al principio a cerrar los ojos al moverse de un lugar a otro, y dirá que le es más fácil caminar por el tacto que por la vista, debido a que aún no ha aprendido a usar su nueva facultad. De igual modo, la persona cuya vista espiritual se ha abierto recientemente, necesita instrucción, siéndole, en efecto, más necesaria a esta que al niño y al ciego mencionados como ejemplo.
Negarle esta instrucción sería lo mismo que si un tierno niño fuese colocado en una casacuna en la que las paredes tuvieran espejos de distintas curvaturas cóncavas y convexas, que distorsionaran y desfiguraran su propia forma y la de los demás asistentes. Si se lo dejase crecer en tal lugar y no se le permitiese ver la forma real de las cosas, de sí mismo y de los demás, creería, naturalmente, que las formas desfiguradas y contrahechas reflejadas en el cristal son tal cual las ve, cuando en realidad los espejos serían los causantes de ese fenómeno óptico. Si tanto el niño como las personas sometidas a tal experimento fueran un día sacados fuera de aquel lugar fantasmagórico, no serían capaces de explicarse el cambio de las cosas hasta que se les hubiera explicado debidamente la causa.
Aquellos que han desenvuelto su vista espiritual se hallan expuestos a sufrir tales ilusiones
hasta que hayan sido instruidos para descontar la refracción y ver la vida, que es permanente y estable, desdeñando la forma que es mutable y se desvanece.
El peligro de ver las cosas fuera de foco subsiste siempre, no obstante, y es tan sutil que el
autor siente el imperativo deber de advertir a los lectores que tomen todas sus manifestaciones acerca del mundo invisible con la mayor cautela, pues no tiene la menor intención de engañar. Más bien se siente inclinado a aumentar que a disminuir las limitaciones de aquel reino, y aconsejaría a los lectores que no acepten nada de su pluma sin razonarlo y sin comprobarlo por sí mismos. De este modo, si él está engañado, lo estará solo él y no habrá razón para censurarlo en caso contrario.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

en vímeo, aquí
https://vimeo.com/332106136

en you tube, aquí
https://www.youtube.com/watch?v=T8g7W2xO9ts&feature=youtu.be

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