jueves, 4 de febrero de 2010

LA REGIÓN DEL PENSAMIENTO ABSTRACTO


LA REGIÓN DEL PENSAMIENTO ABSTRACTO

Se han dado a la humanidad, en distintas épocas, religiones diferentes, cada una apropiada para llenar los requisitos espirituales necesarios a las personas o pueblos a quienes se daban, y como vienen del mismo origen divino —Dios—, todas las religiones tienen los mismos principios fundamentales.
Todos los sistemas religiosos enseñan que hubo un tiempo durante el cual las tinieblas reinaron supremas. Todas las cosas que ahora percibimos, entonces no existían. La Tierra, el cielo y los cuerpos celestiales aún no se habían increado, y lo mismo pasaba con la innumerable multitud de formas que viven y se mueven en los diferentes planetas. Todo, todo sin excepción, estaba en un estado fluídico, y el Espíritu Universal se incubaba calladamente en el espacio infinito como la Única Existencia.
Los griegos llamaron Caos a tan homogénea condición, y el estado de segregación ordenada que ahora vemos, las órbitas danzantes que iluminan la bóveda arqueada del cielo, la determinada procesión de los planetas alrededor de una luz central, el Sol majestuoso, la ininterrumpida sucesión de las estaciones y las alternativas incambiables del flujo y reflujo de las mareas —todo este agregado y sistemático orden— constituyeron lo que fue llamado Cosmos, y se supuso que procedía del Caos.
El místico cristiano obtiene una comprensión más profunda cuando abre la Biblia y pondera los cinco primeros versos de la gema más brillante del tesoro espiritual: el Evangelio de San Juan.
A medida que abre su anhelante corazón para adquirir conocimientos de tan sublimes enseñanzas místicas, trasciende el lado de la forma de la Naturaleza que comprende los distintos reinos de los cuales hemos hablado ya, y se encuentra a sí mismo "en el espíritu," al igual que los profetas de los tiempos de la antigüedad. Entonces se halla en la Región del Pensamiento abstracto y ve las verdades eternas, que vio también San Pablo en la misma Región, el tercer cielo.
No obstante, para aquellos de entre nosotros que son incapaces de obtener conocimientos salvo por el raciocinio sobre el asunto, será necesario examinar el significado fundamental de las palabras utilizadas por San Juan para vestir su maravillosa enseñanza, la cual fue en un principio escrita en griego, un aspecto mucho más
simple de lo que se supone generalmente, porque las palabras griegas han sido introducidas libremente en nuestras lenguas modernas, sobre todo en términos científicos, y ahora procuraremos indicar como esta antigua enseñanza fue aceptada por los últimos descubrimientos de la ciencia moderna.
El verso inicial del evangelio de San Juan es como sigue: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios." Nosotros examinaremos las palabras: principio. Verbo y Dios. Asimismo veremos que en la versión griega la sentencia final reza: "y Dios era el Verbo," lo que cambia fundamentalmente el concepto.
Es una verdad axiomática que "de nada, no se hace nada," y se ha criticado muchas veces por los escarnecedores de la religión que la Biblia nos habla de la generación "de la nada." Nosotros convenimos fácilmente en que las traducciones a las lenguas modernas promulgan esta errónea doctrina, pero por nuestra parte hemos señalado en el Concepto Rosacruz del Cosmos (capítulo "Análisis Oculto del Génesis") que el texto hebreo habla de una esencia siempre existente como la base de la cual todas las formas, incluyendo en ellas a la Tierra y a las luminarias celestiales, fueron creadas primeramente, y San Juan también nos imparte la misma enseñanza.
La palabra griega arche de la sentencia inicial del Evangelio de San Juan ha sido traducida como el principio, y aunque cumpla decir que tiene ese significado, caben asimismo otras interpretaciones de la idea que San Juan quiso emitir. Significa también: una condición elemental, un origen principal, un primer principio, una materia primordial.
Hubo un tiempo en el cual la ciencia insistió en que los elementos eran inmutables; esto es. que un átomo de hierro había sido un átomo de hierro desde que la Tierra fue formada y que permanecerá siéndolo hasta el fin del tiempo. Los alquimistas fueron escarnecidos como soñadores fantásticos o chiflados, pero desde que el profesor J. J. Tompson descubrió el electrón, la teoría atómica de la materia no es sostenible por más tiempo. El principio de la radioactividad ha reivindicado últimamente a los alquimistas. La ciencia y la Biblia convienen en el principio de que todo lo que es, ha sido formado de una substancia homogénea.
Esta substancia homogénea es el principio básico al que San Pablo llamó arche —materia primordial— y el diccionario define a la Arqueología diciendo: "Es la ciencia del origen —arche— de las cosas." Constructores al estilo de Dios, el "Gran Arqui-tecto," pues la palabra griega tekton significa constructor, y Dios es el Constructor Principal, es decir, tekton de arche, o sea la primordial materia virginal, que es también el origen principal de todas las cosas.
De este modo advertimos que cuando se traduce correctamente la sentencia inicial del Evangelio de San Juan, nuestra religión cristiana enseña que, en un tiempo, una substancia virginal envolvía al pensador divino: Dios.
Esta es una condición idéntica a la que los primitivos griegos llamaron Caos. Una rápida reflexión evidenciará que no somos nada arbitrarios al señalar las faltas que se cometieron en la traducción de la Biblia, porque es por demás claro que una palabra no puede ser el principio, puesto que la palabra debe ser precedida de un pensamiento, y un ser pensador debe concebir el pensamiento antes que pueda expresarlo por la palabra.
Cuando se traduce correctamente la enseñanza que San Juan quiso impartir respecto de aquella idea, vemos que la abarca totalmente, pues el término griego logos significa ambas cosas: el pensamiento razonable —que nosotros llamamos también lógica— y la palabra que expresa este pensamiento (lógico).

1) En la substancia primordial era el pensamiento y el pensamiento era con Dios, y Dios era la palabra.

2) Que (LA PALABRA) era también con Dios en el estado primitivo.
Después la PALABRA divina, el Fiat Creador reverbera a través del espacio y segrega la substancia virginal homogénea en formas separadas.

3) Todas las cosas han venido a la existencia como consecuencia del factor primitivo (la Palabra de Dios), y no hay cosa que exista aparte de aquel factor.

4) En aquello estaba la Vida.

En el alfabeto tenemos unos cuantos sonidos elementales que sirven para construir las palabras. Estos son los elementos básicos de la expresión, así como los ladrillos, hierro y maderamen son los materiales imprescindibles para la arquitectura, o bien coma unas cuantas notas son la base de la música.
Pero un montón de ladrillos, hierro y madera no forman una casa, ni tampoco una serie confusa de notas de música forma una partitura, e igualmente no podemos llamar palabra a una disposición de letras al azar.
Estos elementos son primordiales en arquitectura, música o literatura, pero la obra en sí. el propósito que la alienta, dependerá de su disposición, lo cual está sujeto al proyecto y talento del constructor. Los materiales de construcción pueden servir tanto para una prisión como para un palacio; las notas musicales pueden ser dispuestas para una marcha militar o un canto fúnebre; las palabras pueden ser dictadas para inspirar pasiones o calma, todo ello de acuerdo con la voluntad del arquitecto, del músico o del escritor. Así también el majestuoso ritmo de la Palabra de Dios trajo a la substancia primordial (arche) en la multitud de formas que componen el mundo fenoménico conforme a Su voluntad.
¿Acaso el lector se ha detenido alguna vez a considerar la fuerza maravillosa de una palabra humana?
Viniendo a nosotros en los dulces acentos del amor, puede llevarnos desde los senderos de rectitud a los de una vergüenza ignominiosa y arruinar nuestra vida con el dolor y el remordimiento, o bien puede impulsarnos hacia los más nobles esfuerzos para adquirir gloria y honor, aquí o después de esta vida. Con arreglo a la inflexión de la voz, una palabra puede infundir el terror en el corazón más bravo o hacer que un niño tímido concilie un sueño tranquilo. La palabra de un agitador puede levantar las pasiones de una turba e impelerla a expresiones sangrientas, como los de la Revolución francesa, en la que, bajo el mandato dictatorial de una regencia del populacho, se mató y desterró a capricho, o bien los acordes de un himno que nos sea querido pueden llevar la armonía al círculo familiar, conjurando la posibilidad de una disputa.
Las palabras justas son verdaderas y, por lo tanto, libres. Como nunca están contenidas o encadenadas por el tiempo o el espacio, pueden ir hasta los rincones más apartados de la Tierra, y cuando los labios que las emitieron primeramente han sido consumidos en la fosa luengos años ha, otras voces pueden demostrar el mismo entusiasmo en un mensaje de vida y amor, como por ejemplo el místico "Come unto me" (Ven a mí), el cual ha sido cantado en innúmeras lenguas y derramado bálsamo de consuelo a los cora-zzones atribulados.
Hay palabras de paz que han sido victoriosas donde la guerra hubiera significado una derrota, y no hay don más deseable que el de saber decir siempre la palabra justa en el momento oportuno.
Consideremos, pues, la potencia inmensa de la palabra humana, y de este modo podremos, acaso, comprender, aunque sea confusamente, la magnitud de la Palabra de Dios, el Fiat Creador, cuando, como una poderosa fuerza dinámica, reverberó y resonó a través del espacio y empezó a formar la materia primordial en los mundos, al igual que los sones de un violín moldean la arena en figuras geométricas.
Además, la Palabra de Dios resuena aún para sustentar las órbitas circulantes e impelerlas en el círculo de su sendero; la Palabra creadora continúa produciendo formas de eficacia gradualmente creciente expresando vida y conciencia. La enunciación armoniosa de las consecutivas sílabas en la Divina Palabra Creadora marca estados sucesivos en la evolución del mundo y del (hombre. Cuando se haya emitido la última sílaba y la palabra completa haya sonado, habremos alcanzado la perfección como seres humanos.
Entonces llegará a un final el tiempo, y, con la última vibración de la Palabra de Dios, los mundos se resolverán en sus elementos originales. Nuestra vida entonces será "oculta con Cristo en Dios" hasta que la Noche Cósmica —el Caos— haya pasado, y nosotros despertemos para hacer "cosas más grandes" en "un nuevo cielo y una nueva tierra."
Con arreglo a la idea general, el Caos y el Cosmos son antitesis superlativas el uno del otro; al Caos se lo considera un pretérito estado de confusión y desorden que desde hace tiempo ha sido suplantado por el orden cósmico que ahora prevalece.
Pero debemos saber que el Caos es el germen del Cosmos, la base de todo progreso, pues de él provienen todas las IDEAS que después se materializan en ferrocarriles, barcos, teléfonos, etcétera.
Nosotros decimos de "los pensamientos que han sido concebidos por la mente"; pero, al igual que es necesario para la generación de un niño tanto un padre como una madre, así también debe haber ambas, la idea y la mente, antes que un pensamiento pueda ser concebido. Al igual que el semen germinado en el órgano positivo del macho es proyectado dentro del negativo útero de la hembra en la concepción, así las ideas son generadas por un Ego humano positivo en la substancia espiritual de la Región del Pensamiento Abstracto. Esta idea está proyectada sobre la mente receptora y tiene lugar una concepción.
Por lo tanto, así como el núcleo del espermatozoide toma del cuerpo maternal el material necesario para formar un cuerpo apropiado a su expresión individual, así también cada idea se envuelve en una forma peculiar de materia mental. Entonces es un pensamiento tan visible para la visión interna del hombre compuesto, como un niño es para su padre.
Vemos, pues, que las ideas son pensamientos embrionarios, núcleos de substancia del espíritu procedente de la Región del Pensamiento abstracto. Concebidas impropiamente por una mente enferma, se convierten en fantasías y desilusiones, pero cuando te han gestado en tina mente sana y se han formado en pensamientos racionales, son las bases de todo progreso material, moral y mental; y cuanto más estrecho sea nuestro contacto con el Caos, tanto mejor será nuestro Cosmos, porque en tal reino de realidades abstractas la verdad no está obscurecida por la materia; es evidente por sí misma.
A Pilatos se le preguntó "qué era la Verdad," pero no se registra ninguna contestación. Nosotros somos incapaces de conocer la verdad en abstracto mientras vivimos en el mundo fenoménico, porque la naturaleza inherente de la materia es la ilusión y la desilusión, y estamos constantemente haciendo concesiones y correcciones, ya seamos conscientes de este hecho o no. El rayo de Sol que nos llega en una línea recta de 90 millones de millas se refracta o se encorva tan pronto como toca nuestra atmósfera densa, y con arreglo al ángulo de su refracción, parece que tiene un color u otro. Una vara recta parece partida cuando está sumergida parcialmente en agua, y la verdad, que es tan evidente en los mundos superiores, bajo las ilusorias condiciones de este mundo material, está del mismo modo obscurecida, refractada o torcida hasta no parecerse a sí misma.
"La Verdad os hará libres," dijo Cristo, y a medida que, en vez de bienes materiales, busquemos adquirir tesoros espirituales, cuanto más anhelemos elevarnos, cuanto antes nos "entreguemos en el espíritu," tanto más pronto "conoceremos la verdad" y nos libertaremos de los grillos de la carne que nos encadenan a nuestro limitado ambiente y alcanzaremos una esfera de mayor utilidad.
El estadio de la filosofía y de la ciencia en general tiende hacia la percepción de la verdad, y a medida que la ciencia progresa, renuncia gradualmente al crudo materialismo que la caracteriza. No está lejos el día que la ciencia será más reverentemente religiosa que la misma Iglesia. Se dice que las matemáticas son "áridas" porque no estimulan las emociones. Cuando se enseña que "la suma de los lados de un triángulo es de 180 grados," el teorema es aceptado inmediatamente, porque esta verdad es evidente por sí misma y no hay sentimiento alguno envuelto en la cuestión; pero cuando una doctrina tal como la de la concepción Inmaculada se promulga y con ello se agitan nuestras emociones, entonces puede desencadenarse una guerra sangrienta o suscitarse una discusión acalorada, y todavía quedar dudas sobre el asunto. Pitágoras pedía a sus discípulos que estudiasen las matemáticas porque él conocía el efecto de ellas para elevar sus mentes sobre la esfera de los sentimientos, donde se está sujeto a lo ilusorio, y elevarlos hacia la Región del Pensamiento abstracto, que es la primordial realidad.
En este lugar estamos tratando en particular de los mundos, y por lo tanto pasamos a comentar el final que nos resta de los cinco primeros versos del Evangelio de San Juan.

5) "Y la Vida se hizo Luz en el hombre, y la Luz brilló en las Tinieblas."
Hemos visto ahora que la Tierra está compuesta de tres mundos, los cuales se interpenetran los unos a los otros, de modo que es perfectamente cierto lo que dijo Cristo, que "el cielo está dentro de vosotros" o, preferiblemente, la traducción debiera haber sido entre nosotros. Hemos visto también que, de estos tres planos, dos están subdivididos. Se ha explicado igualmente que cada división sirve un gran propósito para el desenvolvimiento de formas variadas de la vida que mora en cada uno de esos mundos. Nosotros debemos saber, en conclusión, que las regiones inferiores del Mundo del Deseo constituyen lo que la
religión Católica llama Purgatorio, un lugar donde el mal de la vida pasada se está transmutado en bien, utilizable por el espíritu como conciencia en vidas venideras. Las regiones superiores del Mundo del Deseo son el primer Cielo, donde todo lo bueno que el hombre ha hecho es asimilado por el espíritu como potencia de alma. La Región del Pensamiento concreto es el segundo Cielo, donde, como ya hemos dicho, el espíritu prepara su futuro ambiente en la Tierra, y la Región del Pensamiento abstracto es el tercer Cielo, pero, como San Pablo dijo, casi no es permitido hablar acerca de él.
A alguno quizá se le ocurra preguntar: ¿entonces; no hay infierno? A lo que debemos contestar en forma terminante: ¡No! La misericordia de Dios tiende tan marcadamente hacia el principio del BIEN, como la inhumanidad del hombre hacia la crueldad, y de este modo este condenaría a perpetuidad a sus hermanos los hombres a las llamas de un infierno por las pueriles equivocaciones cometidas durante unos cuantos años, o quizás por una ligera diferencia de creencias.
El autor oyó a un ministro religioso que deseaba impresionar a su rebaño con la realidad de las eternas llamas del infierno, y para demostrar la falacia de una noción herética mantenida por uno de sus feligreses, de que "cuando los pecadores llegan al infierno se queman hasta convertirse en cenizas y ahí acaba todo," tomó una lámpara de alcohol y un poco de amianto. Con ello en el púlpito, dijo a su auditorio que Dios convertiría a sus almas en una substancia parecida al amianto, y entonces les señaló como el amiento se calentaba al rojo, pero no se descomponía en cenizas.
Afortunadamente, el día del predicador del infierno ha pasado ya, y si nosotros creemos lo que la Biblia nos dice, de que "en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser," comprenderemos fácilmente que la pérdida de un alma es imposible, pues si fuese perdida una sola alma, entonces esto implicaría, lógicamente, la pérdida de una parte de Dios mismo. No importa el color de nuestra piel, la raza a que pertenezcamos o el credo que sustentemos, todos igualmente somos hijos de Dios, y en nuestra forma distinta de ser se nos dará la debida satisfacción.
Así pues, procuraremos con preferencia buscar a Cristo y olvidar los Credos.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

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