viernes, 5 de febrero de 2010

EL MUNDO DEL DESEO - en vímeo y en you tube -



Cuando la vista espiritual se ha desarrollado hasta el punto que se nos hace posible la visión del Mundo del Deseo, se confrontan muchas maravillas con el neófito, pues las condiciones son tan diferentes de las de aquí, que un relato de ellas parecería un cuento de hadas, y tan increíble como éste, todos aquellos que no las han visto.
Muchos no pueden ni siquiera creer que semejantes mundos existan y que otras personas puedan verlos, porque son invisibles para ellos; no obstante, hay muchas personas que se diría son ciegas ante las bellezas de este mundo, pese a que las demás las vemos y admiramos.
Un hombre que haya nacido ciego nos puede decir: "Yo sé que este mundo existe yo puedo oír, oler, gustar y sobre todo puedo sentir, pero cuando ustedes hablan de luz y de color, esas son cosas que no existen para mí. Ustedes dicen que ven tales cosas, pero yo no puedo creerlas porque no puedo verlas. Ustedes dicen que la luz y el color me rodean, pero ninguno de los sentido que tengo me los revelan, y yo no puedo creer que exista el sentido que ustedes llaman vista.
Creo que ustedes están sufriendo una alucinación."
Nosotros podemos compadecer muy sinceramente a esa pobre persona que de tal modo está afligida, pero sus objeciones, escepticismo y razonamiento no nos convencerán y continuaremos sosteniendo que percibimos la luz y el color.
El hombre cuya vista espiritual ha sido despertada se halla en una situación semejante respecto a aquellos que no perciben el Mundo del Deseo del cual les habla. Si el ciego adquiriese la facultad de la vista gracias a una operación, sus ojos se abrirían y se vería compelido a admitir la existencia de la luz y del color que anteriormente negó, y del mismo modo, cuando la vista espiritual es adquirida por cualquiera, también percibe por si mismo los hechos relatados por otros.
Tampoco es un argumento en contra de la existencia de los planos espirituales el que los videntes varíen en sus descripciones acerca de las condiciones del mundo invisible. No necesitamos más que hojear libros de viajes y comparar los relatos de algunos exploradores de China, India o África para comprobar que sus descripciones varían grandemente y a menudo son contradictorias, debido a que el viajero ve las cosas desde su punto de vista individual, bajo otras condiciones que las que reúne su autor hermano, y por
nuestra parte sostenemos que la persona que ha leído muchos de esos distintos relatos acerca de un determinado país, pese a las contradicciones de los narradores, tendrá una idea más amplia acerca de determinada comarca y de sus habitantes, que la persona que haya estudiado solamente una historia en la que se hubieran puesto de acuerdo todos los autores o hubiera sido aceptada por ellos. Asimismo, las diferentes versiones de los visitantes del Mundo del Deseo son de valor, porque dan una visión más amplia y completa que si todos hubieran visto las cosas de allí desde un mismo ángulo.
En este mundo, la materia y la fuerza son muy distintas. La característica más grande aquí de la materia es la inercia, es decir, la tendencia a permanecer inmóvil hasta que es accionada por una fuerza que la ponga en movimiento. En el Mundo del Deseo, por el contrario, la fuerza y la materia son casi indistinguibles la una de la otra. Nosotros casi podemos describir la materia de deseos como fuerza que la ponga en movimiento incesante, respondiendo al sentimiento más ligero de una vasta multitud de seres que pueblan este maravilloso mundo de la Naturaleza.
Nosotros a menudo hablamos de los "prolíficos millones" de China o de la India, o bien de nuestras ciudades populosas. tales como Londres, Nueva York. París o Chicago, considerándolas de una densidad extrema; sin embargo, la población más densa de cualquier punto de la Tierra está muy deshabitada si se la compara con las densidades y apiñamiento del Mundo del Deseo. Pero en él no se siente ninguna molestia por ninguno de los habitantes, porque mientras aquí, en nuestro mundo, dos cosas no pueden ocupar a la vez el mismo espacio, allí es muy diferente. Pueden existir multitud de personas o de cosas en el mismo lugar y en el mismo momento, y estar ocupadas en las actividades más distintas, sin molestarse en lo que hacen, pues de tal maravillosa elasticidad es la materia de deseos.
Como una ilustración, podemos mencionar un caso en el que el autor, mientas asistía a un servicio religioso, percibió claramente en el altar ciertos seres interesados en facilitar tal servicio y trabajando para conseguir tal fin. Al mismo tiempo cruzó la estancia y pasó por el altar una mesa a la cual cuatro personas estaban jugando a las cartas. Estos seres se mostraban tan ajenos a la existencia de los que se dedicaban a atender al servicio religioso, como estos hacia ellos, tal si no existieran los unos para los otros.
El Mundo del Deseo es el hogar de aquellos que han muerto y viven en él durante algún tiempo después de aquel acaecimiento, y nosotros podemos decir, en relación con lo anterior, que los así llamados "muertos" están muy a menudo durante un largo período de tiempo entre sus amigos que viven aún.
Invisibles para sus relaciones, se mueven entre ellos y habitan los cuartos familiares. Al principio se muestran inconscientes de la situación en que se encuentran, es decir, no conciben "que dos personas puedan estar al mismo tiempo en el mismo lugar," que cuando se sienta a la mesa un ser querido viviente pueda dirigirse a la silla supuestamente vacía y sentarse. La persona que nosotros erróneamente llamamos muerta abandonará el asiento velozmente, para evitar que se sienten encima de ella, aplastándola; pero bien pronto aprende que aunque se sienten sobre ella no se le produce la menor molestia y que puede
permanecer en esa silla sin importarle el hecho de que un pariente en ese preciso instante la ocupe.
En las regiones inferiores del Mundo del Deseo puede verse el cuerpo completo de cada ser, pero en las superiores solo parece que existen las cabezas.
Rafael, que al igual que otras muchas personas en la Edad Media estaba dotado de la facultad que llamamos segunda vista, nos ilustró al respecto con su Madona de la Sistina. que ahora está en el Museo de Arte de Dresden, cuadro en el que la Virgen y el niño Cristo se hallan representados como flotando en una atmósfera dorada y rodeados de una hueste de cabezas de genios: cosas que el investigador ocultista sabe que están de acuerdo con la realidad.
Entre las entidades que son, por decirlo así, nativas de aquel plano de la Naturaleza, ninguna es quizá mejor conocida para el mundo cristiano que los Arcángeles. Estos seres exaltados fueron humanos en los remotos tiempos de la Tierra en que nosotros éramos semejantes a las plantas en formación. Desde aquel entonces hemos adelantado dos pasos: a través de los estadios del desenvolvimiento animal y humano.
Los actuales Arcángeles han hecho asimismo dos avances en su progreso; uno, por el cual fueron semejantes a lo que son ahora los ángeles, y otro, por el que llegaron a ser lo que ahora son: Arcángeles.
Su cuerpo más denso, aunque difiere del de nosotros en forma y está hecho de materia de deseos, es usado por ellos como un vehículo de conciencia y de la misma manera que nosotros usamos nuestro cuerpo. Son manipuladores expertos de las fuerzas del Mundo del Deseo, y estas fuerzas, como ahora veremos, mueven toda la acción del mundo. Por lo tanto, los Arcángeles trabajan con la humanidad industrial y políticamente, como árbitros del destino de los pueblos y naciones.
Podemos decir que los Ángeles son los espíritus familiares, cuya misión es la de unir unos pocos espíritus como miembros de una familia y acoplarlos con los lazos de la sangre y el amor de la especie, mientras que los Arcángeles pueden ser llamados los espíritus raciales y nacionales, porque ellos unen a las naciones por el patriotismo y el amor al hogar y el país. Son los responsables de la elevación o la caída de los pueblos: dan paz o guerra, victorias o derrotas; es decir, lo que sirva mejor a los intereses del pueblo al que rigen. A este respecto tenemos un ejemplo en el libro de Daniel, donde se dice que el Arcángel Miguel (que no debe confundirse con el Miguel, embajador del Sol en la Tierra) es llamado el príncipe de los hijos de Israel. Otro Arcángel dice a Daniel (en el capítulo décimo) que él intenta luchar con el príncipe de Persia por medio de los griegos.
Hay diversos grados de inteligencia entre los seres humanos; algunos están capacitados para ocupar posiciones elevadas y sublimes, enteramente fuera del alcance de otros. Así pasa con los seres superiores. No todos los arcángeles están preparados para gobernar una nación y regir los destinos de una raza, pueblo o tribu: algunos hay que no están preparados para guiar a los seres humanos; pero, como los animales tienen también una naturaleza de deseos, estos grados inferiores de Arcángeles gobiernan los animales como espíritus-grupos y se desenvuelven por ello a mayor capacidad.
El trabajo de los espíritus de raza es observado fácilmente en el pueblo que gobiernan. Cuanto más bajo en la escala de evolución es un pueblo, tanto más muestra sus características raciales. Esto es debido a los espíritus de raza. Un espíritu nacional es la causa del cutis moreno común de los italianos, mientras que a otro se debe que los escandinavos sean rubios, por ejemplo. En los tipos más avanzados de la humanidad hay una gran diferencia con el tipo común, debido a la individualización del ego, el cual de este
modo expresa en forma y rasgos su idiosincrasia particular.
Entre los tipos más inferiores de la humanidad, como los mongoles, los negros nativos de África y los isleños del mar del Sur, es tal el parecido de los individuos de cada tribu que hace casi imposible al occidental civilizado el distinguirlos entre ellos. Entre los animales, donde el espíritu separado no está individualizado ni tiene conciencia propia, el parecido no está marcado solo físicamente, sino que se extiende a los rasgos y características.
Nosotros podemos escribir la biografía de un hombre, porque las experiencias de cada uno difieren de las de los otros, y sus actos son distintos, pero no podemos escribir la biografía de un animal. pues todos los miembros de cada jauría, tropilla, piara, etc., actúan de igual modo en circunstancias semejantes. Si deseamos conocer la actuación de Eduardo VII, no nos servirá de nada recurrir a la que tuvieron el príncipe consorte, su padre, o Jorge V, su hijo, puesto que son diferentes. Con objeto de saber qué clase de hombre
fue, tendremos que estudiar su propia vida. Si, por otra parte, deseamos conocer las características de los castores, podemos observar un individuo de la tribu, y cuando hayamos estudiado su idiosincrasia.
conoceremos los rasgos de la especie total de los castores. Lo que llamamos "instinto" son en realidad los dictados de los espíritus-grupos que gobiernan los miembros separados de cada especie telepaticamente, por así decirlo. Los antiguos egipcios conocían de estos espíritus-grupo animales y dibujaron a muchos de ellos del modo más tosco, en los muros de los templos y en las tumbas. Tales figuras, con un cuerpo humano y una cabeza animal, viven realmente en el Mundo del Deseo. Puede hablarse con ellos, y se comprobará que tienen más inteligencia que el término medio del ser humano.
Este aserto nos brinda otras peculiaridades de las condiciones del Mundo del Deseo con respecto al lenguaje. Aquí en nuestro mundo el habla humana está tan diversificada que hay países donde las personas que en ellos viven, cuando están alejadas entre sí a veces unos pocos kilómetros, hablan dialectos tan diferentes que no se pueden entender los unos a los otros sino con mucha dificultad, y muchas naciones tienen su propio lenguaje oficial, que varía totalmente del habla de los demás pueblos.
En las regiones inferiores del Mundo del Deseo hay las mismas diversidad de lenguas que en la Tierra, y los llamamos "muertos" de una nación se ven imposibilitados de conversar con quienes vivieron en otro país. De aquí que el conocimiento lingüístico sea de gran valor para los "Auxiliares Invisibles," de los que hablaremos después, porque su esfera de acción se ensancha grandemente según sea su capacidad.
Aparte de las diferencias de lenguajes, nuestro modo de hablar provoca a menudo malentendidos y equivocaciones. Las mismas palabras a veces envuelven las ideas más opuestas para mentes distintas. Si hablamos de una extensión de agua, una persona puede entender un lago de pequeñas dimensiones, los pensamientos de otra pueden ser dirigidos a los grandes lagos americanos, y los de una tercera persona pueden volverse hacia los océanos Pacífico o Atlántico. Si hablamos de una luz, uno puede suponer que se
trata de una luz de gas, otro de una lámpara o arco voltaico; o si nos referimos a un color rojo, uno de nuestro auditorio puede imaginarse el tono delicado de un clavel y otro suponerse un rojo carmesí. Las malas interpretaciones de lo que las palabras significan a menudo tienen más importancia, como veremos por el siguiente ejemplo:
El autor abrió una vez una sala de lectura donde daba conferencias, e invitó a su auditorio a que hiciera uso de la misma. Entre los que aceptaron aquella oportunidad figuraba un caballero que había sido durante muchos años una verdadera "rata metafísica," corriendo de conferencia en conferencia, escuchando las enseñanzas de todo el mundo y no practicando ninguna. Como los atenienses en la montaña de Marte, él siempre iba buscando algo "nuevo," especialmente en la línea del fenómeno, y su mente se hallaba en el estado más caótico de repulsión, que es uno de los síntomas más elocuentes de "indigestión mental."
Por haber asistido a varias de nuestras conferencias, él sabía por el programa que "el conferenciante no leía ni hacía horóscopos por dinero." Pero al ver en la puerta de la nueva sala de lectura el letrero "Sala de lectura gratuita," su mente errática llegó a la conclusión de que, aunque nosotros nos resistíamos a decir la buenaventura por dinero, ahora íbamos a empezar a leer horóscopos y predecir el futuro gratuitamente en aquella "Sala de lectura gratuita." Así que se quedó muy desconcertado al enterarse de que nosotros no intentábamos, efectivamente, predecir la fortuna ni gratis ni por dinero. Resolvimos por lo tanto, cambiar aquel letrero por el de "Biblioteca gratuita," con objeto de evitar la repetición de tal error.
En las regiones elevadas del Mundo del Deseo no existe tal confusión de lenguas, pues se usa un modo de expresión universal que previene absolutamente cualquier equívoco a ese respecto. Allí cada uno de nuestros pensamientos toma una forma definida y un color perceptible para todos, y este símbolo de pensamiento emite un cierto tono, que no es una palabra, pero manifiesta nuestro deseo al que nos dirigimos, no importa el lenguaje que haya hablado en la Tierra.
Para llegar a la comprensión de como es posible tal lenguaje universal y que sea comprendido por todos inmediatamente y sin ninguna preparación, podemos tomar ejemplo del modo que un músico lee la música.
Un compositor alemán o un polaco puede escribir una ópera. Cada uno tiene su terminología peculiar y la expresa en su propio lenguaje. Cuando tal ópera debe ser ejecutada por un director de orquesta italiano, o por un músico español o americano, no se necesita traducirla, pues las notas y símbolos que figuran en el pentagrama son símbolos de un lenguaje comprendido universalmente e inteligible para todos los músicos, sea cual fuere su nacionalidad. Igual ocurre con los números: 1, 2, 3, aunque pronunciados diferentemente, son inteligibles para todos y significan lo mismo. No hay posibilidad de equivocación ni en el caso de los números, ni en el de la música. Lo mismo pasa con el lenguaje universal propio de las elevadas regiones del Mundo del Deseo y de los aún más sutiles planos de la Naturaleza: es inteligible para todos, es un modo común de expresión.
Volviendo a nuestra descripción de las entidades que se encuentran en las bajas regiones del Mundo del Deseo, podemos señalar que otros sistemas de religión, además del de los ya nombrados egipcios, han hablado de vanadas clases de seres nativos en tales planos. La religión de Zoroastro, por ejemplo, menciona siete Ames-haspends y los "Izzards," que tienen dominio sobre determinados días del mes y en determinados meses del año. La religión Cristiana habla de los siete Espíritus ante el Trono, que son los mismos seres que los persas llamaban Ameshaspends. Cada uno de ellos rige dos meses en el año, mientras que el séptimo, Miguel, el superior, es su caudillo, porque es el embajador del Sol en la Tierra, y los otros son embajadores de los demás planetas. La religión Católica, con su abundante información oculta presta especial consideración a estos "ángeles-estelares" y conoce muchísimos acerca de su influencia sobre los negocios de la Tierra.
Los Ameshaspends, sin embargo, no habitan en las densas Regiones del Mundo del Deseo, pero influyen sobre los "Izzards." Con arreglo a una antigua leyenda persa, estos seres están divididos en un grupo de veintiocho clases y otro grupo de tres clases. Cada una de estas clases tiene dominio sobre las otras clases en un día determinado del mes, o toma la dirección de todas. Ellos regulan las condiciones climáticas de tal día y trabajan especialmente con el hombre y los animales. Por lo menos las veintiocho clase hacen esto. Los componentes del otro grupo de tres clases no hacen nada sobre el animal, porque tienen solamente veintiocho pares de nervios de la espina dorsal, mientras que los seres humanos tienen treinta y uno. En consecuencia, se hallan correlacionadas con el mes lunar de veintiocho días, a la vez que los hombres lo están con el mes solar de treinta o treinta y un días.
Los antiguos persas fueron astrónomos, pero no fisiólogos; aunque no tenían medios para conocer la diferente constitución nerviosa del animal y del hombre, vieron clarividentemente a estos seres suprafísicos; notaron y registraron sus trabajos con el animal y el hombre, y nuestras propias investigaciones anatómicas nos pueden señalar la razón de estas divisiones de las clases de los "Izzards" recordadas en aquel antiguo sistema de filosofía.
Debemos aún mencionar otra clase de seres: los que han entrado en el Mundo del Deseo por la puerta de la muerte y están ahora ocultos a nuestra vista. Estos llamados "muertos" se encuentran, en efecto, mucho más vivos que cualquiera de nosotros, porque estamos atados a un cuerpo denso y sujetos a todas sus limitaciones; porque nos vemos forzados a arrastrar lentamente esa carga a la velocidad de unas cuantas millas por hora; porque tenemos que gastar tan enorme cantidad de energía para impulsar este vehículo, que nos cansamos fácil y rápidamente aun en el mejor estado de salud, y porque a menudo debemos guardar cama, algunas veces durante varios años, por indisposición de la pesada materia mortal.
Pero cuando este vehículo es soltado y el espíritu liberado, puede funcionar otra vez en su cuerpo espiritual, la enfermedad es un estado desconocido y se suprime la distancia, por lo menos prácticamente, porque, aunque el Salvador tuvo que comparar el espíritu liberado al viento que corre a donde le place, este símil da una idea muy pobre de lo que realmente pasa en los vuelos del alma. El tiempo no existe allí, como ahora lo explicaremos, pues aunque el autor no ha sido nunca capaz de contarse el tiempo a sí mismo, lo ha sido para otros en algunas ocasiones cuando se hallaba en su cuerpo físico y ellos se lanzaban al espacio llevando un determinado mensaje. Cubrir distancias tales como la de la costa del Pacífico a Europa, para entregar un corto mensaje allí, y la vuelta al cuerpo llevó algo menos de un minuto. Por lo tanto, nuestro aserto de que aquellos a quienes llamamos "muertos" están, en realidad, mucho más vivos que nosotros, está bien fundado en los hechos.
Consideramos al cuerpo denso, en el cual ahora vivimos, un "estorbo" y una "traba." No se debe inferir de ello, no obstante, que simpaticemos con la actitud de ciertas personas, quienes cuando han sabido que se pueden efectuar esos vuelos del alma tan rápida y fácilmente, van de un lado para otro comentando y deplorando que estamos aprisionados. Tales personas anhelan constantemente el día en que sean capaces de abandonar este fardo mortal y volar lejos en sus cuerpos espirituales.
Semejante actitud mental es decididamente errónea, pues los grandes y sabios seres que son los directores invisibles de nuestro paso en la evolución no nos han puesto aquí sin ningún propósito. Hay lecciones muy valiosas que tienen que ser aprendidas en este mundo visible en que moramos, que no pueden ser aprendidas en ningún otro reino de la naturaleza, y las mismas condiciones de densidad e inercia que deploramos son factores que permiten que sea posible adquirir el conocimiento que el mundo está encargado de darnos. Este hecho fue ilustrado en una experiencia reciente del autor. Hela aquí:
Una amiga suya había estado interiorizándose del ocultismo durante una porción de años, pero no había estudiado astrología. El año pasado ella se interesó vivamente por el estudio de esta rama de la ciencia para tener una clave del conocimiento propio y un medio de conocer la naturaleza de los demás, así como para desenvolver la contrición por sus errores, cosa tan necesaria para el cultivo del amor hacia el prójimo.
"Ama a tu prójimo" fue uno de los supremos mandamientos que el Salvador nos dio, el cual involucra el cumplimiento de todas las leyes, y como la Astrología nos enseña a soportar y perdonar, nos ayuda como nada mejor puede hacerlo a desarrollar tan suprema virtud. Por lo tanto, se inscribió en una de las clases que había empezado a dictar el autor, en los Ángeles, pero a poco fue víctima de una enfermedad repentina que terminó con la muerte rápidamente, y por consiguiente con el estudio de esta materia en su cuerpo físico, antes que se hubiera encarrilado bien el estudio.
Una de las muchas veces que visitó al autor después de su defunción, se lamentó diciendo que le parecía muy difícil seguir progresado en él estudio de la Astrología. El autor le aconsejó que continuase asistiendo a las clases y le sugirió que procurase buscar a algún ser en la "otra parte" que pudiera ayudarla en tal estudio.
A esto, ella exclamó impacientemente: "¡Oh, sí!, por supuesto, yo asisto a las clases; lo he venido haciendo así desde mi partida (también he encontrado un amigo que me ayuda); pero no se puede imaginar lo difícil que es concentrarse aquí en cálculos matemáticos, en la lectura de un horóscopo o en cualquier otro asunto, pues la más pequeña corriente de pensamiento lo lleva a uno a miles de leguas de distancia del objeto de su estudio o concentración. Yo suponía que era muy difícil el concentrarse cuando estaba en el cuerpo físico, pero aquella dificultad no tiene punto de comparación ron los obstáculos que aquí encuentra el estudiante."
El cuerpo físico le servía a ella de áncora, y esto es para todos nosotros. Su calidad de denso es precisamente una defensa contra las influencias perturbadoras de que los cuerpos espirituales más sutiles no nos pueden proteger. Nos capacita igualmente para llevar nuestras ideas a conclusiones lógicas con mucho menor esfuerzo de concentración del que es necesario en un plano donde todo se halla en tan incesante y febril movimiento. De este modo estamos gradualmente desenvolviendo la facultad de contener nuestros pensamientos en un centro por la existencia en este mundo, y, por lo tanto, debemos apreciar las oportunidades que él nos ofrece, antes que deplorar y lamentarnos de las limitaciones que nos favorecen en un sentido mucho más que por el otro nos perjudican. En efecto, nosotros nunca-debemos lamentar ninguna de nuestras situaciones, sino aprender la lección que ellas contienen y nos brindan. Si intentamos aprender tal lección y asimilar la experiencia que de la misma se puede extraer, seremos mucho más juiciosos y prudentes que aquellos que desperdician el tiempo en vanos lamentos.
Hemos dicho que no hay tiempo en el Mundo del Deseo, y el lector comprenderá en seguida que es así si medita en el hecho de que, como ya lo dijimos también, nada en él es opaco.
En este mundo físico, la rotación de la opaca Tierra sobre sus ejes es responsable o causa de las condiciones alternativas del día y de la noche. Nosotros decimos "día" cuando el punto en que nosotros vivimos está alumbrado por el Sol. pero cuando nuestra comarca está vuelta en contra del astro del día y los rayos de este quedan obstruidos por la opacidad de la Tierra, a la oscuridad resultante la denominamos "noche." El paso de la Tierra en su órbita alrededor del Sol produce las estaciones del año, que son nuestras divisiones del tiempo.
Pero en el Mundo del Deseo, donde todo es luz. solo hay un día eterno y constante. El espíritu no se ve allí bajo el agobio del cuerpo físico, de modo que no siente la necesidad de dormir y. en consecuencia, su actividad no está interrumpida. Las substancias espirituales no están sujetas a la contracción ni a la expansión que se producen aquí por el frío y el calor, y de ahí que el verano y el invierno no existan. No hay nada en él para diferenciar un momento del otro con respecto a las condiciones de luz y oscuridad, verano e invierno, que marcan el tiempo aquí. Por lo tanto, los que llamamos "muertos" pueden tener una memoria muy exacta respecto a la vida pasada aquí en sus cuerpos físicos, pero generalmente están imposibilitados para decir nada acerca de la relación cronológica de los acontecimientos que les han ocurrido en el Mundo del Deseo, y es una cosa muy común comprobar que ellos no saben el número de años que han transcurrido desde que entraron allí desde el plano de existencia terrenal. Únicamente los estudiantes de la ciencia de las estrellas están capacitados para calcular el paso del tiempo después de su defunción. Cuando el investigador ocultista desea estudiar un suceso de la historia pasada del hombre, puede muy fácilmente evocar la imagen existente de él en la Memoria de la Naturaleza; pero si necesita fijar el momento del acontecimiento se verá obligado a contar hacia atrás por el movimiento de los cuerpos celestes.
Para tal objeto usa generalmente la medida provista por la precesión del Sol. Cada año el Sol cruza el ecuador de la Tierra el veintiuno de marzo. Entonces el día y la noche son de igual duración, y por esto se llama el equinoccio vernal. Pero debido a cierto movimiento del bamboleo de los ejes de nuestro planeta, el Sol no cruza este punto por el mismo lugar del Zodíaco, sino un poquito más tarde cada año. De aquí que se diga que precede, y como consecuencia de ello el Sol se mueve hacia atrás un poco. Por ejemplo, al ocurrir el nacimiento de Cristo, el equinoccio de primavera estaba alrededor de los siete grados del signo zodiacal Aries.
Durante los dos mil años que han transcurrido desde aquel momento a nuestros días, el Sol se ha movido hacia atrás unos 27 grados, así que ahora está cerca de los 10 grados del signo Piscis. El Sol se mueve alrededor del completo círculo de Zodíaco en aproximadamente 26.868 años, y como consecuencia, el investigador ocultista puede contar hacia atrás el número de signos o de giros completos que el Sol ha precedido entre el día que cuenta y el momento del suceso que él investigue. De modo que en los marcadores del tiempo celestiales tiene una medida muy aproximada del tiempo aun cuando esté en el Mundo del Deseo, y esta es otra razón muy buena para el estudio de la ciencia astrológica.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

en vímeo , aquí
https://vimeo.com/336480864

en you tube, aquí
https://www.youtube.com/watch?v=XfXUMJ9sPtM&feature=youtu.be

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