jueves, 4 de febrero de 2010

EL PANORAMA DE LA VIDA PASADA


EL PANORAMA DE LA VIDA PASADA

No importa cuanto tiempo podamos evitar que un espíritu se marche de la Tierra, vendrá un momento, por fin, en que no habrá estimulante capaz de contenerlo y de que el último suspiro sea exhalado. Entonces el cordón plateado, del cual ya habla la Biblia, y que es lo que une a los vehículos inferiores y superiores, se rompe en el corazón, lo que causa que este órgano se detenga. Tal rotura liberta al cuerpo vital, y éste, con el cuerpo de deseos y la mente, flotan sobre el cuerpo visible de uno a tres días y medio, período durante el cual el espíritu está ocupado en pasar revista a su vida pasada, una parte sumamente importante de experiencia post mortem. De esta revista depende su existencia completa desde la muerte a su nuevo nacimiento.
Puede ocurrírsele preguntar al estudiante: ¿cómo podemos revistar nuestra vida pasada desde la cuna a la tumba, toda vez que no recordamos lo que hicimos hace un mes, y para formar una base adecuada de nuestra vida futura este recordatorio debe mostrar la mayor fidelidad, aun la memoria más privilegiada no es segura ni perfecta? Cuando comprendamos la diferencia que existe entre la memoria consciente y la inconsciente, y la forma en la cual esta última actúa, la duda «e disipará. Esta diferencia y la forma en la cual la memoria subconsciente registra un control apropiado de las experiencias de nuestra vida serán mejor interpretadas por la ilustración que sigue: Cuando vamos a un campo y vemos el panorama que nos rodea, las vibraciones del éter nos traen una imagen de todo lo que cae bajo el dominio de nuestra visión.
Es tan triste como cierto, NO obstante, que, "tenemos ojos y no vemos," como dijo el Salvador. Estas vibraciones hieren a la retina hasta con los más nimios detallas, pero por regla general no penetran en nuestra conciencia y, por consiguiente, no podemos recordarlos. Aun las impresiones más fuertes palidecen con el transcurso del tiempo, de modo que no podemos recordarlas a voluntad cuando se hallan en nuestra memoria consciente.
Cuando un fotógrafo va al mismo campo con su cámara y toma una vista, el resultado que obtiene es bien diferente. Las vibraciones del éter que emanan de todas las cosas sobre las cuales está enfocada su cámara oscura transmiten a la sensitiva placa una impresión del panorama, exacta basta en sus mínimos detalles, y obsérvese bien esto: la imagen verdadera y completa no depende en nada de lo que haya observado o dejado de observar el fotógrafo. Todo el pano rama quedará registrado en la placa y podrá ser reproducido si se siguen las reglas del caso. Este es el papel de la memoria subconsciente, y es generado automáticamente por nosotros durante todos los instante de nuestra vida, independientemente de nuestra voluntad, de la manera que sigue.
Desde el primer vagido que damos al nacer hasta el último suspiro que exhalamos al morir, inspiramos aire, el cual va cargado de las imágenes que nos circundan, y el mismo éter que lleva tal imagen a la retina es inhalado por nuestros pulmones, para oxigenar nuestra sangre. De este modo y a su hora alcanza el corazón. En el ventrículo izquierdo de este órgano, cerca del ápice, hay un diminuto átomo, el cual es extremadamente sensible y permanece en el cuerpo durante toda la vida. Difiere a este respecto de todos los otros átomos, los cuales van y vienen, porque aquél es una propiedad particular de Dios y del espíritu que lo contienen. Este átomo puede ser llamado el libro de los Ángeles del Destino, pues a medida que la sangre pasa por el corazón, ciclo tras ciclo, las imágenes de nuestros actos buenos o malos se inscriben en él hasta en sus más nimios detalles. Este registro puede llamarse memoria subconsciente. Él forma la base de nuestra vida futura, cuando se
reproduce como un panorama al seguir a la muerte. Al removerse este átomo simiente —el cual corresponde a la sensible placa de la cámara—, el éter reflector del cuerpo vital sirve como un foco, y como la vida se desarrolla lentamente hacia atrás desde la muerte al nacimiento, las imágenes que existen allí se imprimen en el cuerpo de deseos, el cual nos servirá de vehículo durante nuestra jornada en el purgatorio y el primer cielo, donde el mal es expurgado y el bien asimilado, a fin de que en una vida futura aquello pueda servir como conciencia para evitar que el hombre se incline al mal e incurra en las equivocaciones y errores del pasado, y esto pueda estimularlo a hacer mayor bien aún.
Un fenómeno semejante al del panorama de la vida se produce generalmente cuando una persona se asfixia o se ahoga. Las personas que han vuelto a la vida después de uno de estos trances manifiesta haber visto toda su vida como en un relámpago. Esto se debe a que en estas circunstancias el cuerpo vital abandona también al cuerpo denso. Por supuesto, en estos casos no hay ruptura del cordón plateado, pues de lo contrario la vida no podría volver a manifestarse. La inconsciencia sigue rápidamente al ahogarse, mientras que en la revisión usual post mortem la conciencia continúa hasta que el cuerpo vital sufre el colapso, de la misma manera que cuando nos dormimos. Entonces la conciencia cesa por un momento y el panorama se termina. Por lo tanto, también el tiempo empleado por la proyección del panorama de la vida varía con las personas, con arreglo a la vitalidad del cuerpo vital, o si ha quedado muy tenue y extenuado por una prolongada enfermedad. Cuanto más tiempo se haya empleado en esta revista y cuanto más tranquilo haya estado el lugar en que se encuentre y más paz haya habido alrededor, tanto más profundo será la impresión que se producirá en el cuerpo de deseos. Como ya hemos dicho, esto tiene un efecto más importante y de mayor alcance, pues entonces los sufrimientos que el espíritu soportará en el purgatorio, en razón de sus malas costumbres o errores, serán mucho más agudos que si hubiera únicamente una ligera impresión, y en una vida futura la recóndita voz de la conciencia nos advertirá mucho más insistentemente contra las equivocaciones que nos acarrean el sufrimiento del pasado.
Cuando, en el momento de la muerte de una persona, las condiciones con tales que el espíritu se ve perturbado por razones ajenas a él, por ejemplo el fragor de una batalla, las horripilantes circunstancias de un accidente o las lamentaciones histéricas de sus allegados, la distracción evita que se forme una impresión profunda sobre el cuerpo de deseos. En consecuencia, su existencia post mortem se hace vaga e insípida, el espíritu no cosecha los frutos de la experiencia, como hubiera sido en el caso de haber pasado al más allá fuera de su cuerpo físico en paz y tranquilidad, y en circunstancias normales. Por lo tanto, le faltará incentivo para el bien en una vida futura y perderá el alerta que su conciencia le daría en el caso de haber tenido una impresión profunda del panorama de su vida. De este modo su progreso será retardado en alto grado, pero las potencias benévolas que tienen a su cargo la evolución toman determinadas medidas para compensar nuestra ignorancia respecto al modo de tratar a los moribundos y de las otras condiciones desfavorables mencionadas. Estas medidas las indicaremos al considerar la vida de los niños en el cielo. Por el momento contentémonos con decir que en el reino de Dios cada maldad es a su hora transmutada en un bien mayor, aunque el proceso por ahora no resulte claro.

del libro "Los Misterios de los Rosacruces", de Max Heindel

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