jueves, 4 de febrero de 2010

LA NATURALEZA DE LA ORACIÓN Y LA PREPARACIÓN PARA ELLA


LA ORACIÓN: UNA INVOCACIÓN MÁGICA

PRIMERA PARTE

LA NATURALEZA DE LA ORACIÓN Y LA PREPARACIÓN PARA ELLA


La materia de la Oración debe merecer toda la atención y estudio de todo aquel que aspira a la espiritualidad, y confiamos que los siguientes consejos puedan ayudar a nuestros estudiantes en sus esfuerzos en este sentido.
Sólo hay una fuerza en el Universo y ésta es el Poder de Dios, la cual Él envió por todo el espacio en la forma del verbo; no una simple palabra, sino el FIAT CREADOR, cuya vibración sonora amalgamó los millones de átomos del caos en la multitud de figuras y formas que están comprendidas desde la estrella de mar a la estrella del firmamento y desde el microbio al hombre, es decir, todo cuanto constituye y puebla el Universo. A medida que las sílabas y sonidos de la Palabra Creadora se van emitiendo una después de otra en el transcurso de los tiempos, las distintas especies se han ido creando y las más antiguas desenvolviéndose, todo con arreglo y armonía al pensamiento y plan concebidos por la Mente Divina, antes de que la fuerza dinámica de energía creadora fuese enviada al espacio.
Este es, pues, el único manantial de fuerza y en él, real, verdadera y literalmente vivimos, nos movemos y tenemos nuestra existencia, justamente de la misma forma que los peces viven en el agua. Del mismo modo que el pez no puede vivir ni nadar en tierra seca, tampoco nosotros podemos escapar o eludir a Dios. No fue un mero sentimiento poético cuando el salmista dijo: "¿Adonde iré yo que no esté ante Tu espíritu, o adonde me esconderé de Tu presencia? Si asciendo hasta los cielos, Tú estás allí; si hago mi lecho en una caverna, Tú estás allí mirándome. Si tomase las alas de la aurora y morase en las más apartadas regiones del mar, aún allí Tu mano me guiaría y Tu diestra me sostendría".
Dios es Luz, y ni aún el más potente de los telescopios que abarca millones de kilómetros en el espacio ha encontrado los límites de la Luz. Pero nosotros sabemos que sino fuera porque tenemos ojos con los cuales percibimos la luz, y oídos que registran las vibraciones del sonido, caminaríamos por la tierra en eterna oscuridad y silencio; así pues, para percibir la Luz Divina, que sólo puede iluminar nuestra oscuridad espiritual y oír la voz del silencio, que es lo único que puede guiarnos, debemos cultivar nuestros ojos y oídos espirituales; y la oración, la verdadera oración científica, es uno de los métodos más poderosos y eficaces para encontrar gracia delante de nuestro Padre, y recibir la inmersión de la luz espiritual, la cual alquímicamente transforma al pecador en santo y le envuelve con el velo dorado del desposorio de Luz, el luminoso Cuerpo-alma.

PREPARACIÓN PARA LA ORACIÓN
ORA Y TRABAJA

Pero no nos engañemos; la oración por sí sola no puede hacer esto. A menos que nuestra vida entera, tanto despiertos como en sueño, sea una oración para la iluminación y la santificación, nuestras plegarias no alcanzarán nunca la Divina Presencia para traernos el bautismo de Su Poder. "Ora et labora" a Dios rogando y con el mazo dando, es un mandato oculto que y todos los aspirantes deben obedecer o, por el contrario, no realizarán grandes adelantos. En ese sentido una antigua leyenda de San Francisco de Asís corroborará lo que decimos, por la luz que arroja sobre la vida de un ser consagrado por entero al servicio de Dios.
Un día San Francisco invitó a un joven monje diciéndole: "Ven hermano, vamos a la ciudad a predicar al pueblo". El joven monje aludido aceptó con alegría, gozoso con la perspectiva de un paseo con el padre bienaventurado, pues conocía el manantial espiritual que ello representaba. Así pues marcharon a la ciudad, deambulando por varias calles y callejuelas absortos todo el tiempo en una interesante conversación espiritual y finalmente encaminaron sus pasos de regreso al monasterio. Entonces, súbitamente, el lego cayó en la cuenta de que habían estado tan profundamente enfrascados en su conversación que habían olvidado completamente el objeto de su ida a la ciudad. Con deferencia hizo notar a San Francisco la omisión, a lo cual éste respondió: "Hijo mío, mientras estábamos paseando por las calles de la ciudad la gente se fijó en nosotros; oyendo algunos párrafos de nuestra conversación y constataron que estábamos hablando del amor a Dios y de Su Hijo querido, nuestro Salvador; notaron nuestras cariñosas expresiones y las palabras de amor y consuelo para los afligidos que encontrábamos y aun nuestro porte les hablaba el lenguaje de la religión; así pues, hermano, les hemos estado predicando durante todos los instantes de nuestra estancia entre ellos y de un modo más efectivo que si les hubiéramos estado predicando horas y horas en la plaza del pueblo". San Francisco no tenía otro pensamiento sino el de Dios y el hacer el bien en Su nombre, por lo tanto estaba en gran armonía con la vibración divina, y no debe asombrarnos, pues, el que cuando orase constituyera un poderoso magneto por la Vida y Luz divinas que compenetraban todo su ser.
Nosotros, los que estamos ocupados en los trabajos del mundo, considerados como seglares y forzados a hacer cosas que nos parecen sórdidas, pensamos a menudo que estamos alejados e impedidos por tal razón, pero si "hacemos todas las cosas como si fueran para el Señor" y somos "cuidadosos para unas cuantas cosas", veremos que con el tiempo se presentarán tales oportunidades como nunca hubiéramos soñado. Así como la aguja magnética momentáneamente alejada del Norte por una presión externa, vuelve instantánea y ansiosamente a su posición natural en el momento que se la libra de la presión, así nosotros debemos cultivar tal anhelo por nuestro Padre, cuyo anhelo hará que se vuelvan instantáneamente nuestros pensamientos hacia Él, cuando nuestro trabajo cotidiano en el mundo ha quedado hecho y quedamos en libertad de obrar según nuestro propio impulso.
Debemos cultivar un sentimiento igual al que anima a los jóvenes enamorados cuando después de una ausencia vuelven a encontrarse y corren a abrazarse en un
éxtasis de delicia. Esta es una preparación para la oración absolutamente esencial y si volamos hacia nuestro Padre de la manera indicada, la Luz de Su presencia y la dulzura de Su voz nos enseñará y nos acariciará más allá de nuestras más ardientes esperanzas.

EL LUGAR DE LA ORACIÓN

El asunto inmediato que requiere consideración es el lugar de la Oración y esto es de vital importancia por una razón no conocida generalmente ni aún por los estudiantes de ocultismo. Hela aquí: cada oración ya hablada o en meditación, cada canto de ruego y cada lectura de los pasajes de las escrituras que ilustran o exhortan, si son hechas por un lector cuidadosamente preparado, que ame y viva lo que lee, derraman sobre los fieles y sobre el lugar de la oración la gracia del espíritu. De este modo, con el tiempo se construye una iglesia invisible alrededor del edificio físico, el cual, en los casos de una congregación de devotos, se hace tan bella que trasciende todo lo imaginable y desafía su descripción.
Mansón en "Sirviente en la casa", nos detalla solamente una pálida idea de lo que ello parece cuando dice al viejo obispo: "Temo que no podáis abarcarlo ni concebirlo como un conjunto substancial. Necesita ser visto de cierta manera y bajo determinadas condiciones. Algunas personas no lo ven nunca. Debéis comprender que aquello no es un montón de piedras inertes o de maderos sin significado: es una COSA VIVIENTE. Cuando entréis allí, oiréis un sonido, un sonido como de un gran poema cantado. Si os paráis a escuchar un rato suficiente, sabréis que lo producen el latir de corazones humanos; la música sin nombre de las almas de hombres; esto es, si tenéis oídos. Si tenéis ojos veréis el templo mismo, un misterioso espejismo de muchas formas y sombras saltando rectas desde el suelo a la cúpula; obra de un constructor extraordinario. Sus columnas se yerguen como si fueran robustos pechos de atletas; la dulce carne humana moldea sus fuertes e inexpugnables baluartes. Las caras de los niños ríen desde todos sus pétreos rincones, las soberbias cornisas y arcos del templo son las manos unidas de muchos camaradas, y arriba en las alturas y en los espacios vacíos están escritos los innumerables sueños y delirios de todos los soñadores del mundo. Su construcción continúa sin descanso, siempre añadiendo algún detalle al templo. Algunas veces el trabajo marcha adelante en obscuridad profunda, otras bajo cegadora luz, ya bajo el peso de inexorable angustia; ya llevado a la nota de una risa estrepitosa y heroicos vivas semejantes al fragor del trueno. Algunas veces, durante la noche, uno puede oír el silencioso martilleo de los compañeros que trabajan en la cúpula; los camaradas que han saltado adelante".
Pero este edificio invisible no es meramente un lugar maravilloso como un palacio de hadas creación del ensueño de un poeta; es, como Mansón dice, una cosa viviente vibrando con la fuerza divina de inmensa ayuda para los fieles, por que él auxilia en el ajuste de las caóticas vibraciones del mundo, y la impregna con su aura como una verdadera "Casa de Dios", para que se logre la adecuada actitud para la oración. De este modo se ayuda a sí mismo en su aspiración al trono de la gracia divina y para ofrecer allí su plegaria y adoración que impetra del Padre una nueva bendición espiritual en la amorosa respuesta: "Este es mi Hijo amado de quien Me siento satisfecho".
Un lugar de adoración semejante es esencial para la oración científica y aquellos que son tan afortunados para tener acceso a tal templo ocuparán siempre el mismo sitio en él, porque éste estará saturado con sus vibraciones espirituales y ellos se adaptarán en tal ambiente más fácilmente que en cualquiera otra parte y en consecuencia lograrán en él mejores resultados.
Pero, naturalmente, estos lugares escasean, pues para la oración científica se precisa un real santuario. No puede haber en él, ni en sus cercanías, ningún chismorreo, ni ninguna conversación profana porque esto altera las vibraciones; las voces deben ser silenciosas y reverentes las actitudes; todos los asistentes deben tener presente que están en un lugar santo y obrar en consecuencia. Por todo esto ningún lugar abierto al público en general responderá a las plegarias en él hechas.
Además el poder de la oración se acrecienta enormemente con cada nuevo congregante. Su desarrollo puede compararse con una progresión geométrica si los fieles están en la debida armonía y acostumbrados a la oración en común, sucediendo precisamente lo contrario si no lo están.
Quizás el siguiente ejemplo esclarezca este principio. Supongamos que un cierto número de músicos que no han tocado nunca en conjunto y los cuales acaso no poseen el dominio suficiente de su instrumento, fuesen comprometidos para actuar en un concierto. No es necesario tener perspicaz imaginación para comprender que su primer intento sería seguido de un desacorde completo y lo mismo ocurriría si un aficionado se pusiera a tocar entre ellos, pues aunque se tratara de la mejor orquesta, no importa cuan intenso y fervoroso fuera su deseo, el resultado inevitablemente seria el de alterar la armonía.
Idénticas condiciones científicas rigen la plegaria colectiva; para que sea eficaz deben estar los participantes preparados de igual modo, como hemos dejado dicho en otro capítulo anterior; deben tener las mismas influencias armoniosas en sus horóscopos. Cuando una aflicción astrológica de un horóscopo se halla en el ascendente de otro, estos dos seres no pueden sacar ningún provecho de la oración en común; ellos podrán dominar sus estrellas y vivir en paz si son espíritus desarrollados, pero sin embargo, están faltos de la armonía básica que es absolutamente esencial para la oración colectiva. La iniciación expulsará o separará este obstáculo; pero nada más que ésta podrá hacerlo.

del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel

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