jueves, 4 de febrero de 2010

EL TERCER CIELO


EL TERCER CIELO

En el tercer cielo muchas personas tienen escasa conciencia, por las razones dadas al referirnos a la Región del Pensamiento abstracto, pues aquí está localizado el tercer cielo. Es, por lo tanto, un punto de transición en que el espíritu descansa entre el momento en que sus actividades en el segundo cielo han terminado y la hora en que nuevos deseos de adquirir experiencias lo impelan a buscar el renacimiento.
Pero desde este plano los inventores traen sus ideas originales, los filántropos tienen la clara visión del modo de llevar a cabo sus utópicos sueños y las aspiraciones espirituales de la mente santa reciben nuevos ímpetus y aliento.
Con el tiempo, los deseos del espíritu hacia nuevas experiencias lo atraen hacia atrás, para renacer, y los grandes Seres Celestiales que son conocidos en la religión cristiana como los Ángeles del Destino asisten al espíritu a fin de que vaya a nacer en el punto que mejor se adapte a su idiosincrasia con el propósito de que tenga las experiencias necesarias al desarrollo ulterior de sus potencias y capacidad.
Todos nosotros hemos estado aquí en la Tierra muchas veces y entre diferentes familias; todos hemos cultivado relaciones de distinta naturaleza con muchísimas personas, y por regla general hay varias familias entre las cuales podemos buscar la reincorporación para realizar nuestro autogenerado destino y cosecharlo que hayamos sembrado en la vida anterior. Si no hay razones especiales por las cuales debamos nacer en una familia determinada, entre determinados amigos o enemigos, se permite que el espíritu elija por sí mismo el lugar de nacimiento. Así pues, puede decirse que la mayoría de nosotros estamos en los sitios en que nos encontramos por nuestra propia elección antenatal.
Con objeto de ayudarnos en la elección, los Ángeles del Destino ponen a la vista del espíritu un panorama de cada una de las vidas en perspectiva, en líneas generales. Este panorama mostrará cuáles de nuestras deudas han de ser liquidadas en la próxima encarnación, y qué frutos nos será dable cosechar en la misma vida.
El espíritu queda en libertad de elegir entre las distintas vidas que se le ofrecen. Pero una vez hecha su elección no es posible retroceder ni eludir la preferida. Tenemos libre albedrío acerca del futuro, pero el destino maduro del pasado no podrá desviarse, según se desprende del incidente registrado en el Concepto Rosacruz del Cosmos. En efecto, el escritor advirtió a un conferenciante muy conocido en Los Ángeles que si él abandonaba el hogar en un día determinado sufriría un accidente de ferrocarril, del cual resultaría herido de la cabeza, el cuello, el pecho y los hombros. Aquel caballero agradeció la advertencia y pensó hacer caso de lo que se le decía. Sin embargo, el día fatal fue a la Sierra Madre para dar una conferencia y resultó herido en las partes indicadas de resueltos de una colisión ferroviaria. Luego, al reponerse, explicó su cambio de actitud diciendo: "Yo me confundí; creí que el día veintiocho era el veintinueve."
Después que el espíritu ha hecho su elección desciende al segundo cielo, donde es instruido por los Ángeles y Arcángeles acerca del modo de construir un arquetipo del cuerpo que después ha de habitar en la Tierra. También aquí vemos la manifestación de la gran ley de justicia, la cual dispone que cosecharemos lo que hayamos sembrado. Si nuestros gustos son groseros y sensuales, construiremos un arquetipo que expresará a su tiempo estas cualidades; si, por el contrario, somos de gustos refinados y ascéticos, haremos el arquetipo que corresponda, pero nadie puede obtener un cuerpo más perfecto del que sea capaz de idear. Entonces, al igual que un arquitecto que construye una casa en la cual ha de vivir, sufrirá molestias e incomodidades si se olvida de darle la debida ventilación, así también el espíritu se siente enfermizo en un cuerpo construido pobremente. Tal como el arquitecto aprende a subsanar los olvidos y equivocaciones, y los remedia en la construcción de una nueva casa, así también el espíritu que sufre por las deficiencias de su cuerpo aprende con el tiempo a preparar un vehículo más eficiente.
En la Región del Pensamiento concreto el espíritu también atrae hacia sí los materiales para una nueva mente. Al igual que un magneto atrae limaduras de hierro, pero deja otras substancias, así cada espíritu solo atrae la clase de materia mental que usó en su vida previa, más aquello que haya aprendido en su estado actual post mortem. Después desciende al Mundo del Deseo, donde reúne el material necesario para su nuevo cuerpo de deseos, de modo que pueda expresar adecuadamente sus características morales, y por último atrae una cierta cantidad de éter que se incorpora al molde del arquetipo construido en el segundo cielo y sirve de cemento entre los materiales sólidos, líquidos y gaseosos de los cuerpos de los padres, quienes forman el cuerpo físico denso del niño y el cual en su día viene a la luz de este mundo.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

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