jueves, 4 de febrero de 2010

MÉTODOS PRÁCTICOS PARA ALCANZAR EL ÉXITO, BASADOS EN LA CONSERVACIÓN DE LA FUERZA SEXUAL


MÉTODOS PRÁCTICOS PARA ALCANZAR EL ÉXITO

MÉTODOS PRÁCTICOS PARA ALCANZAR EL ÉXITO, BASADOS EN LA CONSERVACIÓN DE LA FUERZA SEXUAL

Es tan imposible alcanzar un verdadero y duradero éxito sin vivir en armonía con las leyes de la vida, como lo es para el criminal el vivir en paz en la sociedad cuyas leyes ha quebrantado. E igual que es castigado temporalmente debido a sus costumbres disolutas y encarcelado y cohibido, así también la naturaleza nos castiga, encarcela y constriñe cuando desobedecemos sus leyes. Esta restricción se llama enfermedad y es enemiga de la felicidad, pues nadie, no importa las riquezas que tenga o la posición que ocupe en la sociedad, puede ser feliz, cuando se halla físicamente enfermo. Es preciso, pues, que tengamos en cuenta que una de las condiciones vitales que debe reunir el hombre o la mujer que aspira al pleno logro de la felicidad y del éxito en la vida es la salud, incluyendo aún hasta la robustez, pues solamente en la medida de la exuberante salud que poseamos podremos sentirnos lo suficientemente optimistas, alegres y vigorosos para alcanzar el éxito que andamos buscando.
La Biblia nos dice que la muerte y la enfermedad vinieron al mundo por comer del "Árbol del Conocimiento", y aunque desde el punto de vista materialista esto pueda parecer pueril, no descartemos la leyenda sin profundizarla debidamente. Si así lo hacemos podremos comprobar que se halla en perfecta armonía con los hechos científicos estudiados actualmente. Consideremos en primer lugar el significado del árbol de la sabiduría por medio de los siguientes principios: "Adán "conoció" a su esposa y ésta parió a Abel"; "Adán "conoció" a su esposa y ésta parió a Seth" y las palabras de María al ángel anunciador: "¿Cómo podré yo concebir, siendo así que no he "conocido" a ningún hombre?" Por estas y otras muchas observaciones semejantes resulta evidente que el árbol del conocimiento era una expresión simbólica del acto de la generación. El hombre ha sido, como dice la Biblia, concebido en pecado y sujeto por lo tanto a la muerte sin que pueda abrigar esperanzas de eludirla.
De todos modos haremos bien en recordar que la evolución es una realidad de la naturaleza; que el hombre de hoy en día es el resultado de un pasado lejano y que esta situación presente no es el punto final de una meta de perfección, sino que hay mayores alturas por encima de nosotros. Nos encontramos en un estado de desarrollo perpetuo, sin que en nuestro camino haya altos o descansos, lo cual es tan ilimitado como la vida del espíritu. Además, así como lo que somos hoy es el resultado de lo que fuimos ayer, asimismo depende del modo en el que utilicemos hoy nuestras facultades lo que seremos mañana.
Examinemos, pues, el pasado para que conociendo lo que hemos sido, alcancemos un vislumbre de lo que llegaremos a ser.
Según dice la Biblia, el género humano fue hermafrodita antes de ser separado en los dos sexos distintos como hombre y mujer. Todavía se dan casos entre nosotros de aquel estado, que según nuestra opinión se trata de una anormalidad, para probar la verdad de este aserto bíblico, y fisiológicamente hablando, el órgano contrario de cualquier sexo se halla latente en todos nosotros. Durante el período en el que el hombre estuvo así constituido la fecundación debía ocurrir dentro de sí mismo, y esto no es más extraño que lo que sucede en muchas plantas hoy en día, las cuales se fertilizan de esa manera.
Ahora veamos, según nos dice también la Biblia, cuál fue el efecto de la propia fecundación en los días primitivos. Hay dos hechos principales que son muy significativos: Uno es el de que "Había gigantes en la Tierra en aquellos días", y el otro dice que "los patriarcas vivían centenares de años" y estas dos características, gran desarrollo y longevidad, las poseen muchas plantas actuales. El gran tamaño de los árboles y la duración de su vida son maravillosos ya que algunos existen durante siglos mientras que el hombre vive un reducido número de lustros. Entonces se nos ocurre preguntar: ¿Cuál es la razón de la vida efímera del hombre y cuál es el remedio? Examinemos primero el por qué de esta razón el remedio se nos aparecerá claro después.
Es un hecho bien conocido de los horticultores que las plantas detienen su crecimiento cuando florecen muy prolíficamente. Una rosa puede florecer tan intensamente que le produzca la muerte: por esto el jardinero cuidadoso poda los brotes de la planta para que la fuerza pueda manifestarse parcialmente en crecimiento en vez de flores solamente. De este modo conservando la semilla dentro de sí misma logra la fuerza necesaria para el crecimiento y la longevidad.
Este es el secreto del gran desarrollo y larga vida de las razas primitivas, como lo es del tamaño y longevidad de las plantas de nuestros días.
Que la esencia creadora de la semilla es una substancia espiritual resulta evidente cuando comparamos la intrepidez e impetuosidad del toro o el caballo semental con la docilidad del buey y de los animales castrados en general. Además, sabemos que los libertinos empedernidos y los degenerados se convierten en estériles e impotentes. Cuando estos hechos se hayan aferrado a nuestra conciencia no nos será difícil concebir la exactitud de la Biblia cuando dice que el fruto de la carne, que nos pone bajo la ley del pecado y de la muerte, es primero y principalmente, fornicación, a la vez que los frutos del espíritu que inducen a la inmortalidad, como está demostrado en el mismo libro, se dice que son especialmente la continencia y la castidad. Consideremos también el niño y veamos cómo la fuerza creadora empleada internamente y por el mismo ser causa un enorme desarrollo durante los primeros años, pero a la edad de la pubertad el nacimiento de la pasión comienza a dominar el crecimiento y la fuerza vital produce entonces la simiente con objeto de alcanzar desarrollo y expresión en cualquiera otra parte, y desde aquel momento el crecimiento queda detenido. Si continuáramos creciendo durante toda la vida como lo hacemos en la infancia, seríamos gigantes como lo fueron los hermafroditas divinos del pasado. La fuerza espiritual generada durante toda nuestra vida
comenzando en la pubertad puede ser usada con tres propósitos; generación, degeneración o regeneración. Depende de nosotros mismos cual de los tres métodos hemos de elegir; pero la elección que hagamos tendrá una influencia importante sobre toda nuestra vida, porque el uso de esta fuerza no se reduce en sus efectos al momento o a la ocasión en que se emplea. Proyectar su influjo en todos los momentos de nuestra existencia, y determinará la actitud que adoptemos en todas y cada una de las fases de nuestra vida en relación con nuestros semejantes; la forma en que hagamos frente a los problemas de la vida; si somos capaces de aprovecharnos de las oportunidades que se nos presentan o bien dejamos que se nos escabullan de entre los dedos; si estamos sanos o enfermos y si vivimos nuestras vidas en armonía con un plan satisfactorio; todo esto depende de la forma en la que usemos la fuerza vital. Esta fuerza es la verdadera primavera de toda nuestra existencia; el elixir de larga vida.
La parte de fuerza creadora que legítimamente sacrifiquemos sobre el altar de la paternidad, será tan insignificante que puede ser completamente descartada para el propósito que nos guía en las presentes consideraciones. No conocemos ninguna razón, ya sea desde un punto de vista espiritual o bien físico, por la que deba ser impuesto el celibato sobre ninguna orden religiosa, así como tampoco se halla en armonía con ningún pasaje de la Biblia. La mera supresión de la atracción sensual no es ninguna virtud en sí misma; antes bien, puede ser un vicio muy serio, pues es desgraciadamente conocido que muchos millones, quienes debido a la costumbre se les ha prohibido o impedido el buscar la satisfacción natural, han caído en los vicios más inconfesables de esta naturaleza. Aunque se abstengan del acto sexual, sus pensamientos son de tal índole que les convertirán en "sepulcros blancos", horribles por dentro aunque externamente puedan parecer puros y blancos. El mismo Pablo, si bien no comprendido en los seres de las características mencionadas, dice: "Es preferible el casarse que quemarse", y el acto o expresión natural es de condición mucho más preferible a aquel estado interno descrito más arriba.
Si bien hay muy pocos que defienden el abuso de la función generadora, hay en cambio muchos individuos que aun siguiendo los preceptos espirituales en otros muchos aspectos, tienen la creencia de que la satisfacción frecuente de los deseos o placeres sexuales no ocasiona ningún perjuicio, y aun hay otros que tienen la idea de que es tan necesario como el ejercicio de cualquiera otra función orgánica.
Esto es falso por dos razones: Primera, porque cada acto creador requiere una determinada cantidad de fuerza que consume tejidos y que debe ser respuesta por un aumento extra de alimentación que fortalezca y aumente el éter químico, y segunda, porque como quiera que la fuerza propagadora actúa por medio del éter de vida, este constituyente del cuerpo vital se aumenta también con cada licencia. De este modo se fortifican los dos éteres inferiores del cuerpo vital, dirigiendo la fuerza creadora hacia abajo para la gratificación de nuestra ansia por el placer, y su grillete que oprime a los dos éteres superiores, los cuales forman el cuerpo del alma, se hace más poderoso y más rígido a medida que pasa el tiempo.
Finalmente como la evolución de nuestros poderes del alma y la facultad de viajar en nuestros vehículos más sutiles depende de la separación que se efectúa entre los éteres inferiores y el cuerpo del alma, es evidente que frustramos el objeto que
perseguimos y retardamos el desenvolvimiento espiritual por ceder a los placeres de la naturaleza inferior.
Si otra vez dirigimos nuestro pensamiento al reino vegetal, obtendremos una demostración palpable y luminosa de los resultados de seguir el consejo del apóstol cuando dice: "guardad la simiente dentro", y considerando las calidades de las diversas variedades de fruta sin semilla.
Las frutas sin semilla son mayores y de un sabor más agradable que las que tienen huesos o semillas, porque en aquéllas toda la savia se ha empleado con el exclusivo propósito de hacer la fruta deliciosa y suculenta. De igual modo, si nosotros en vez de desperdiciar nuestra substancia vivimos castamente y dirigimos nuestra fuerza procreadora hacia la regeneración, refinaremos y eterealizaremos nuestros vehículos físicos al mismo tiempo que fortalecemos nuestro cuerpo y el alma. De este modo podremos materialmente prolongar nuestra vida y como consecuencia aumentar nuestras probabilidades y ocasiones para el crecimiento del alma y avanzar en el sendero a un paso más acelerado.
Cuando comprendamos que el éxito no consiste meramente en la acumulación de riquezas sino en desarrollo anímico, se nos hará evidente que la continencia es un factor importante en la consecución del triunfo en la vida.

FIN

del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel

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