jueves, 4 de febrero de 2010

INVESTIGACIÓN ESPIRITUAL DEL "CUERPO DEL ALMA"


PRIMERA PARTE

INVESTIGACIÓN ESPIRITUAL DEL "CUERPO DEL ALMA"

Aunque estos temas han sido ampliamente desarrollados en el Concepto Rosacruz del Cosmos y en otros trabajos de nuestra literatura, hemos recibido aquí en el Centro General, muchas cartas de los estudiantes pidiéndonos aclaraciones sobre algunos puntos, tales como obsesión, mediumnidad, locura, condiciones anormales del carácter, etcétera. Como consecuencia de las cartas recibidas el autor ha creído oportuno hacer una investigación más profunda acerca de estos asuntos que la llevada a cabo con anterioridad. La máxima que dice que la "práctica hace maestros", puede aplicarse con tanta propiedad a los reinos espirituales como al mundo físico. Esperamos, pues, que la luz proyectada, sobre estos temas en las páginas siguientes, pueda ayudar al estudiante a ver con más claridad las causas productoras de los efectos observados en esta vida.
Para que podamos comprender perfectamente el problema, será necesario que empecemos por el principio y de este modo veremos que los primeros hechos fundamentales de la existencia son la continuidad de la vida y que la acción es la expresión de la manifestación de la vida. Tan pronto como el espíritu ejecuta su primera acción, genera incontinenti una causa que forzosamente debe producir su efecto. Esto es una absoluta necesidad para que pueda ser mantenido el equilibrio del universo. Si esta acción fue de carácter físico, es decir, realizada por el espíritu en un cuerpo físico, la acción deberá ser, forzosamente, también física. Si aceptamos este principio, es evidente que debemos renacer en este mundo a intervalos, pues siendo un hecho comprobado por todos que cada uno genera causas en nuestra existencia diaria, las cuales no pueden y no tienen su reacción adecuada, y si por otra parte no nos es posible cosechar lo que hemos sembrado en nuestra encarnación presente, debemos necesariamente volver a manifestarnos en un nuevo cuerpo, o de lo contrario la ley quedaría desvirtuada. Si la ley de Causa y Efecto es verdadera, entonces el renacimiento periódico es una consecuencia lógica de absoluta necesidad. Así, pues, tanto si lo comprendemos o no, tanto si nos agrada como si nos desagrada, estamos encerrados dentro de un círculo, y, debido a nuestras propias acciones del pasado, constreñidos a que éstas accionen y reaccionen sobre nosotros hasta que desarrollemos una fuerza superior a la que ahora nos está sojuzgando. Lo que es esta fuerza, Goethe, el gran místico alemán, nos lo indica en unas cuantas palabras:
"De todas las fuerzas que encadenan al mundo, el hombre se libera cuando consigue dominio sobre sí."
Y como quiera que el conocimiento es fuerza, es evidente que cuanto más completo sea nuestro conocimiento de las operaciones de las leyes gemelas de Consecuencia y del Renacimiento, más fácilmente encontraremos el camino de la liberación, así como mejor conoceremos los medios de ayudar a los demás.
Debe aplaudirse a la ciencia el ingenio, la paciencia y la persistencia que despliega para la invención de instrumentos para arrancar con ellos sus secretos a la naturaleza. Pero mientras que ella hace esto con todo éxito en cuanto concierne a la "materia", los secretos de la vida y del espíritu son un libro cerrado para el sabio, como Mefistófeles dice con fina ironía al escolar que llama a la puerta de Fausto, solicitando su admisión en la clase de éste.
"Aquel que quiera conocer y manejar alguna cosa viva, busque primero el espíritu vital que la anima. Pues sólo tiene en sus manos los fragmentos inertes; faltándole ¡ay! El aliento del espíritu vital."
Hay Sólo un instrumento adecuado para investigar las cosas del espíritu, y éste es el Espíritu mismo. Así como es necesario preparar el hombre para la especulación científica en el mundo físico, así también es necesario un largo y lento proceso para adaptarse a sí mismo para la investigación del mundo espiritual. Así como el hombre de ciencia debe pagar el precio de su conocimiento con meses y años de tenaz y constante trabajo, así también el investigador místico debe dar muchos años de su vida para comprender y ser capaz de investigar con métodos del espíritu.
Como todos sabemos, lo que ahora es el "cuerpo físico" fue el primer vehículo que el hombre adquirió como un pensamiento-forma, teniendo sobre sí un inmenso período de evolución y organización hasta llegar a lo que es ahora, el espléndido instrumento que también le sirve aquí; pero es difícil y pesado para gobernarle y actuar con él. El vehículo adquirido después fue el "cuerpo vital", el cual ha atravesado también un largo período de desarrollo, habiéndose condensado al fin con una consistencia etérica. El tercer vehículo, el "cuerpo de deseos", fue adquirido relativamente mucho más tarde, es solamente una nube informe, que no merece aún el nombre de vehículo, siendo hasta ahora un medio de unión o enlace entre los tres vehículos mencionados del hombre y el espíritu.
Estos tres vehículos, el cuerpo físico, vital y de deseos, junto con el eslabón de la mente, son las herramientas del espíritu en su evolución, y, contrario a la creencia general, la habilidad del espíritu para investigar los planos superiores, no depende tanto de los cuerpos más sutiles o etéreos como depende del más denso de todos, o sea, el físico.
La prueba de este aserto es evidente y está al alcance de nuestra mano, y sin duda alguna todo aquel que ha intentado esta prueba en serio lo habrá podido comprobar por sí mismo. Si no ha sido así, puede lograrse inmediatamente, siguiendo las indicaciones para cambiar la condición de su mente. Pongamos por caso que una persona se ha dado al hábito de pensar en determinado sentido que no le place. Acaso después de una experiencia religiosa encuentra que a despecho de todos sus buenos deseos, tales indeseables pensamientos no le abandonan. Pero si se determina a limpiar su mente de forma que sólo contenga buenas y elevadas imágenes, puede lograrlo simplemente rehusando admitir pensamientos impuros, y notará que su mente se ha depurado sensiblemente al cabo de una semana o dos de esfuerzos, y si persiste en tales pensamientos, especialmente manteniendo los de carácter religioso, alcanzará una completa regeneración de la misma. Aún la mente más anormalmente degenerada puede ser totalmente purificada en unos cuantos meses. Esto lo han experimentado muchos que lo han intentado y cualquiera que lo desee y sea lo suficientemente tenaz puede alcanzar lo mismo y gozar de una mente pura y limpia en muy poco tiempo.
Pero mientras que nuestros puros pensamientos nos hacen avanzar considerablemente en el sendero de la perfección, las emociones y anhelos de nuestro cuerpo de deseos no son dominados tan fácilmente, puesto que este vehículo está considerablemente más afirmado que la mente. Mientras que la mente regenerada acepta enseguida la idea de que debemos amar a nuestros enemigos, el cuerpo de deseos, la naturaleza emocional y de pasiones, anhela con todas las fibras de su ser la venganza; se aferra a la ley de "ojo por ojo y diente por diente". Algunas veces, después de años y más años transcurridos pensando que la serpiente dormida ha quedado dominada, que por fin hemos conquistado el dominio sobre ella y que no puede trastornar ni alterar nuestra paz espiritual, puede elevarse inopinadamente y desvanecer nuestras esperanzas; puede mordernos, puede dejarse arrebatar por un acceso de ira y clamar venganza por cualquier agravio verdadero o supuesto. Entonces será necesario emplear toda la fuerza de la naturaleza superior para dominar esta parte rebelde de nuestro ser. Esto cree el autor, es el aguijón de la carne respecto al cual aludía San Pablo cuando elevó al cielo sus preces recibiendo esta contestación: "Mi gracia es suficiente para ti". Ciertamente es necesario toda la gracia que uno pueda concebir para vencer y como una vigilancia eterna es el precio de la seguridad, la garantía de nuestra salvación, debemos "vigilar y rogar".
El cuerpo de deseos es el responsable de todas nuestras acciones ya sean estas buenas, malas o indiferentes y los filósofos orientales, por lo tanto, han enseñado algunas instrucciones a sus discípulos para "matar el deseo" y para abstenerse de obrar, bien o mal, tanto como les sea posible, con objeto de que de este modo puedan liberarse de la ley del nacimiento y muerte. Pero esos arrebatos que constituyen tan gran amenaza cuando nos dominan, pueden ser eficaces para el servicio, bajo nuestra propia guía y dirección.
Nosotros no pensaríamos ni por un momento el embotar o quitar el temple del filo de un cuchillo, pues si así lo hiciéramos no podríamos cortar nada con él. De igual modo el temple de nuestro cuerpo de deseos debe ser dominado, pero por ninguna razón destruido, pues la fuerza dinámica para el movimiento y la acción del mundo invisible está almacenada en este cuerpo de deseos y a menos que permanezca intacto, nosotros no podemos esperar el equilibrarnos en él, del mismo modo que un trasatlántico cuyas máquinas estuvieran funcionando mal no podría hace frente a los embates del oleaje de una tempestad.
Hay algunas sociedades que enseñan métodos negativos de desarrollo y una de sus primeras instrucciones a sus discípulos es la de encogerse de hombros y hacerse perfectamente negativos. Cualquiera que se dirigiera desde el mundo físico al mundo espiritual equipado con tales armas, se encontraría como un madero en medio del océano, traído y llevado por las olas, siendo presa y juguete de toda clase de corrientes. Y como quiera que en los mundos internos, al igual como aquí, hay seres que tienen de todo menos el ser bondadoso; seres que están dispuestos para aprovecharse de cualquiera que se aventura en su mundo sin estar debidamente instruido para protegerse contra ellos.
Así pues, podemos ver que es de primordial importancia el sujetar nuestros deseos a la voluntad del espíritu "aquí en este mundo" y el forzar al cuerpo de deseos a la obediencia, para que pueda ser entrenado y ejercitado antes de que intentemos penetrar en el mundo interno. Aquí está en una gran extensión mantenido en jaque por la razón de que se halla interpolado dentro del cuerpo físico y por lo tanto no puede zarandearnos de un lado para otro, como puede hacerlo cuando se ha libertado de la cárcel de nuestro cuerpo denso.
Pero aún el control del cuerpo de deseos, difícil como es de conseguir no servirá para hacer consciente al hombre en los mundos invisibles, porque dicho cuerpo no ha evolucionado hasta tal punto en que pueda servir como un real instrumento de conciencia.
Todavía está en estado informe y nebuloso en la gran mayoría de la humanidad y sólo un número de vórtices se halla presentes como centros sensoriales o focos de conciencia, y éstos no están aún suficientemente desarrollados para que puedan llenar su cometido sin algún auxilio.
Por lo tanto es necesario actuar sobre el cuerpo vital y adiestrarlo de tal modo que pueda ser utilizado para los vuelos del alma. Este vehículo, según ya sabemos, está compuesto de cuatro éteres. Es por la acción de este cuerpo que podemos manipular el más denso de nuestros vehículos, el cuerpo físico, el cual suponemos generalmente que constituye todo el hombre. Los éteres químicos y de vida forman la matriz de nuestros cuerpos físicos. Cada molécula del cuerpo físico está sumergida en una red de éter que la ínter penetra y le infunde vida. Por medio de estos éteres, las funciones corporales, tales como la respiración, etc., se llevan a cabo, y la densidad y consistencia de estas matrices de éter determinan el estado de salud. Pero la parte del cuerpo vital formada por los dos éteres superiores, el éter de luz y el reflector, constituyen lo que en nuestra doctrina denominamos el CUERPO-ALMA; es decir, está más íntimamente ligado con el cuerpo de deseos y la mente y es más sensible al contacto espiritual que los dos éteres inferiores. Es el vehículo de la inteligencia y es responsable de todo lo que al hombre hace, verdaderamente, hombre.
Nuestras observaciones, aspiraciones, carácter, etc., son debidas al trabajo del espíritu en los dos éteres superiores, los cuales se hacen más o menos luminosos, en concordancia con la naturaleza de nuestro carácter y costumbres. Al igual que el cuerpo denso asimila partículas de alimento adquiriendo de este modo carnes, así los dos éteres superiores asimilan nuestras buenas acciones hechas durante la vida, aumentando de volumen en consecuencia. En armonía con nuestros hechos durante la vida terrestre, aumentamos o diminuimos lo que traemos con nosotros al nacer.
Si hemos nacido con un carácter dulce, expresado en tales éteres superiores, no será fácil para nosotros el cambiar esta condición, porque el cuerpo vital ha quedado bien afirmado durante las miríadas de años que ha sufrido de evolución. Por otra parte, si hemos sido perezosos y negligentes, así como si hemos observado muchas indulgencias con aquellos hábitos conocidos como viles; si nos hemos formado un mal carácter en nuestras vidas pasadas, también nos será muy difícil dominarlo, debido a esta firmeza y solidez del cuerpo vital, y para hacerlo así requerirá muchos años de esfuerzo constante para cambiar su estructura. Ésta es la razón por la cual las enseñanzas de la Sabiduría Occidental exponen que "todo desarrollo místico comienza con el cuerpo vital".

del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel

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