jueves, 4 de febrero de 2010

LAS ALAS Y LA FUERZA. - LA INVOCACIÓN. - EL CLÍMAX


SEGUNDA PARTE

LAS ALAS Y LA FUERZA. - LA INVOCACIÓN. - EL CLÍMAX

Hemos demostrado en la Primera Parte que hay determinadas razones ocultas que no aconsejan la oración colectiva excepto en especiales circunstancias.
El conocimiento de estas dificultades fue lo que indujo a Cristo a prevenir a sus discípulos para que no dijeran sus plegarias delante de los hombres y para aconsejarles que cuando necesitasen o quisieran orar se recogieran dentro de sí mismo. No podemos tener todos un hermoso edificio para nuestras devociones, ni tampoco lo necesitamos; con harta frecuencia son la pompa y la exhibición las que hacen que apartemos de Dios nuestros corazones. Pero a todos nosotros nos es posible dedicar una parte de nuestro cuarto, aunque sea pequeña, para hacer nuestras oraciones, separarlo con cortinas o con un biombo del resto de la habitación, o bien podemos hacer un departamento y convertirlo en un santuario. No importa la naturaleza de las paredes que lo circundan; es la separación y la invisible Casa de Dios lo que nosotros construimos con nuestras oraciones y la gracia divina que recibimos como respuesta de nuestro Padre lo verdaderamente importante. Se puede colocar en la pared una imagen de Cristo o el emblema Rosacruz si lo deseamos, pero no es esencial. El Ojo que todo lo Ve es el símbolo preferido por algunos ocultistas avanzados de nuestra amistad como símbolo del Padre. Pero recordemos las palabras de Cristo: "El Padre y Yo somos uno", y así aunque no tengamos una imagen auténtica de Cristo, podemos utilizar las que como tal tenemos, puesto que sabemos que nuestros pensamientos no se perderán por falta de autenticidad. Cristo es el señor de esta era; después, por supuesto, el Padre se hará cargo de esto; pero hoy por hoy, Cristo es el intercesor de las masas.
Creemos innecesario decir que no importan las dimensiones de nuestro lugar de oración; todo el departamento o habitación del aspirante fiel se halla compenetrado por una atmósfera de santidad, pues todos los pensamientos que haya generado, después de haber cumplido religiosamente con sus obligaciones para con el mundo, provienen del Padre celestial, pero el rincón o separación dedicado a santuario pronto se llenará de vibraciones espirituales superlativas; por lo tanto, cualquier aspirante que pretende seguir este científico medio de oración debe buscar ante todo un lugar permanente de residencia, porque si se muda de un sitio a otro sufrirá una pérdida importante cada vez y tendrá que volver a formarla. El templo invisible que hubo formado y que abandona se desintegra gradualmente cuando la oración cesa.

LAS ALAS Y LA FUERZA

Es una máxima mística el que "todo desarrollo espiritual empieza con el cuerpo vital". Este es el inmediato en densidad al cuerpo denso, su nota clave es "repetición" y es el vehículo de las costumbres y como consecuencia algo difícil de cambiar o influenciar; pero una vez que un cambio se ha operado y adquirido un hábito por la repetición, su manifestación se convierte en automática hasta cierto punto.
Esta característica es buena y mala con respecto a la oración, porque la impresión registrada en los éteres de ese vehículo impulsarán al aspirante al fiel cumplimiento de sus devociones en los momentos convenidos o fijos, aun cuando pueda haber perdido interés en el ejercicio y sus plegarias sean sólo meras fórmulas. Si no fuera por esta tendencia del cuerpo vital a formar los hábitos, los aspirantes no se harían conscientes del peligro en el momento mismo en que el verdadero amor empezase a desvanecerse y les sería difícil conquistar lo perdido y permanecer en el sendero. Por lo tanto, el aspirante debe examinarse a sí mismo cuidadosamente de vez en cuando para ver si todavía posee las alas y fuerza por la cual pueda elevarse rápida y seguramente a nuestro Padre en el Cielo.
Las alas son dos en número: Amor y Aspiración son sus nombres y la fuerza irresistible que los impulsa es un anhelo intenso. Sin éstos y una comprensión inteligente para dirigir la invocación, la plegaria es sólo una palabrería, mientras que bien realizado es el método más poderoso conocido de crecimiento del alma.

LA POSICIÓN DEL CUERPO

La posición del cuerpo importa poco para la "oración individual"; la mejor es la que nos proporcione la concentración mas completa, pero en la "oración colectiva" se ha hecho práctica de ocultistas experimentados el estar de pie con la cabeza inclinada y las manos plegadas en forma peculiar. De este modo se forma un circuito magnético que les une espiritualmente desde el mismo principio de los ejercicios. En comunidades no tan avanzadas el canto de un himno, de pie, se ha observado que produce un gran beneficio, a condición de que todos tomen parte en él.

LA INVOCACIÓN

Rezar, es una palabra de la cual se ha abusado tanto que no expresa ya, realmente, el ejercicio espiritual al que nos estamos refiriendo. Como ya hemos dicho cuando vamos a un santuario, debemos ir como el enamorado que va en busca de su amada; nuestro espíritu debe volar hacia delante como si pretendiera arrastrar a nuestro lento cuerpo y sentir anticipadamente las delicias que se nos tienen reservadas, y debemos olvidar todo lo demás para sólo dejar lugar a los pensamientos reverentes que debemos mantener durante el camino. Esto es literalmente exacto y el sentimiento necesario para alcanzar buenos resultados es sólo comparable únicamente a aquello que impulsa al amante hacia su ser querido y quizá es aún más ardiente e intenso. "Como la gacela anhela el agua del arroyo, así está sedienta mi alma de Ti", es una experiencia real del que ama verdaderamente a Dios. Si no tenemos este espíritu lo podemos cultivar y conseguir por medio de la oración y una de las legítimas para nosotros que debiéramos constantemente emplear es: "¡Oh Dios! Aumentad mi amor por Vos para que pueda serviros mejor de día en día. Permitid que las palabras de mi boca y las meditaciones de mi corazón sean dignas de Vos, ¡Oh Señor!, mi fortaleza y mi Redentor".
Las invocaciones usadas para pedir cosas materiales entran de lleno en la magia negra, pues tenemos la promesa de: "Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura". Cristo nos indicó el límite a que podíamos aspirar en el Padre nuestro cuando enseño a sus discípulos a decir: "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy". Tanto en lo que respecta a nosotros mismos como para los demás debemos guardarnos muy bien de traspasar este sendero en la invocación científica. Aun cuando oremos por bienes o bendiciones espirituales debemos evitar que se manifieste ningún sentimiento egoísta en nuestra plegaria que destruirían nuestro crecimiento anímico. Todos los santos nos prueban sus días de obscuridad y miseria cuando el divino Amante oculta su faz con la depresión consiguiente.
Todo ello depende de la naturaleza y de la fortaleza de nuestra devoción: ¿Amamos a Dios por Él mismo, o le amamos por las alegrías que experimentamos en la dulce comunión con Él? Si es por lo último, nuestro afecto es esencialmente tan egoísta como los sentimientos de la multitud que le seguía porque la había alimentado y tanto ahora como entonces es necesario para Él el ocultar de nosotros en tales casos una manifestación de Su tierno amor y solicitud que nos haría caer en hinojos avergonzados y arrepentidos. Felices de nosotros si vencemos los defectos de nuestros caracteres y aprendemos la lección de una fidelidad invariable cual la de la aguja magnética que señala al polo Norte sin vacilar, a despecho de lluvia, de tormenta o nubarrones que ocultan de su vista su amante estrella.
Hemos dicho que no debemos orar por cosas materiales y que debemos tener mucho cuidado aun en nuestras oraciones por bienes espirituales; entonces surge naturalmente esta pregunta: ¿Qué es lo que debe ser objeto de nuestra invocación? Y la contestación es, generalmente, el de "alabar y adorar". Debemos rechazar la idea de que cada vez que nos dirigimos a nuestro Padre Celestial sea para pedirle algo. ¿No nos desanimaría a nosotros que nuestros hijos estuvieran siempre pidiéndonos cosas? Por supuesto, no cabe en nuestra mente que Dios se disguste por nuestras importunas peticiones, pero tampoco debemos esperar que nos conceda todo lo que pedimos, ¡que a menudo sería para nuestro mal! Por otra parte cuando nos mantenemos en acción de gracias y en oración nos ponemos en una situación favorable con la ley de Atracción; en estado receptivo en el cual podemos percibir un nuevo descenso sobre nosotros del espíritu de Amor y de Luz, poniéndonos de este modo más cerca de nuestro adorado ideal.

EL CLÍMAX FINAL

No es necesario tampoco que la invocación, ya sea hablada o mental, sea mantenida durante todo el tiempo de la oración. Cuando en alas del Amor y de la Aspiración, impulsados por la intensidad de nuestro deseo, nos hemos acercado al Trono de nuestro Padre, llegará un momento de dulce, aunque silenciosa comunión, más deliciosa que cualquier otro imaginable estado; es análogo a la felicidad y contento de los enamorados que pueden estar sentados uno al lado del otro sin romper el silencio, que se hallan poseídos de demasiado amor para exteriorizarlo; un éxtasis que trasciende con mucho el estado aquel en que las palabras que se dicen les sirve de entretenimiento.
Así también es en el clímax final cuando el alma "descansa" en Dios con todos los deseos satisfechos por tal sensación de comunión expresados por las palabras de Cristo: "Mi padre y yo somos Uno." Cuando se ha alcanzado esta gradación, el alma ha catado la quintaesencia de la alegría y no importa cuan sórdido pueda parecer el mundo o cuan triste sea el destino al que tenemos que hacer frente, el amor de Dios que sobrepasa toda comprensión es una panacea para todo. Es preciso añadir, no obstante, que tal clímax final es solamente obtenible "en toda su plenitud" a intervalos muy raro s. Presupone, no solamente la intensidad del deseo de llegar hasta lo divino, sino también un fondo de reserva para permanecer ecuánime en aquella posición que muchos de nosotros no podemos siempre mantener. Es muy conocido el hecho de que nada de valor se alcanza sin esfuerzo. Todo lo que un hombre lleva a cabo, otro hombre también puede hacerlo y si empezamos a cultivar la fuerza de la invocación en armonía con las leyes científicas aquí especificadas anteriormente, llegará un día que cosecharemos tales resultados como ni siquiera imaginar.

¡Que Dios pueda desde los cielos bendecir nuestros esfuerzos!

del libro "El Velo del Destino", de Max Heindel

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario