jueves, 4 de febrero de 2010

EL PURGATORIO


EL PURGATORIO

Durante la vida, el colapso del cuerpo vital por la noche termina nuestra vista del mundo que nos rodea y nos sume en la inconsciencia del sueño. Cuando el cuerpo vital sufre el colapso que sigue a la muerte y termina el panorama de la vida, también perdemos la conciencia durante algún tiempo, el cual varía según los individuos. Parece que las tinieblas cayeran sobre el espíritu; después, al cabo de cierto tiempo, despierta y comienza a percibir confusamente la luz del otro mundo, pero acostumbrarse a las nuevas condiciones solo se consigue gradualmente. Es una sensación semejante a la que experimentamos cuando salimos de un cuarto oscuro a la luz del Sol, que nos ciega con su brillantez, hasta que las pupilas se contraen de modo de poder admitir la cantidad de luz que corresponda a
nuestro organismo.
Si en estas condiciones volvemos instantáneamente desde la luz del Sol y entramos en el cuarto oscuro, los objetos en él serán mucho más visibles a nuestra vista que los de la parte de afuera, que están iluminados por los poderosos rayos del Sol. Así también pasa con nuestro espíritu. Al principio, al sentirse libre del cuerpo, comienza a ver las escenas y oír los sonidos del mundo material, que acaba de dejar, mucho más fácilmente que los del mundo en que está penetrado. Wordsworth, en su "Oda a la inmortalidad," relata un caso parecido al del niño recién nacido, que es todo clarividencia y está mucho más despierto para el mundo espiritual que para este plano de existencia presente. Algunos pierden la vista espiritual muy pronto, otros gozan de ella un cierto número de años, y unos cuantos muy pocos, la conservan toda la vida; pero, como el nacimiento de un niño entre nosotros implica una muerte en el mundo espiritual durante algún tiempo, así también la muerte aquí es un nacimiento para el plano espiritual, y los recién muertos retienen una conciencia de este mundo por algún tiempo.
Cuando uno despierta en el mundo del Deseo, después de haber pasado por los estados que acabamos de detallar, experimenta la sensación general de un descanso o la liberación de una carga pesada o gran incomodidad; un sentimiento quizás comparable al de un buzo embutido en su pesado traje de goma, con un yelmo de latón en la cabeza, con suelas de plomo bajo sus pies y con bloques también de plomo sobre pecho y espalda, confinado en sus trabajas en el fondo del mar, aspirando aire por un tubo y desenvolviéndose con dificultad. Cuando, terminado su trabajo, este hombre es halado a la superficie, se quita los pesados atavíos y se mueve con la facilidad con que podemos hacerlo aquí, debe, seguramente, sentir una sensación de gran alivio.
Algo por el estilo experimenta el espíritu cuando, libre de la vestidura mortal, se siente capaz de recorrer todo el globo, en lugar de verse confinado al estrecho ambiente que lo ata a la tierra.
Gozan también una sensación de alivio y consuelo aquellos que han estado enfermos. Las enfermedades tal como las conocemos no existen allí. Tampoco es necesario proporcionarse alimentos y abrigos, porque en aquel mundo no se siente apetito y no hace frío ni calor. Sin embargo, hay muchos en las regiones purgatoriales que van importunando a todos en su búsqueda de cuarto para dormir y lugares para comer y beber, igual que hacemos aquí. Jorge du Maurier, en su novela Peter Ibbetson, nos da una idea muy certera de este estado, en la vida vivida entre el héroe y la condesa de las Torres. Esta novela aclara también extraordinariamente lo que hemos dicho sobre la memoria subconsciente, porque Jorge du Maurier ha descubierto un método fácil para que cualquiera pueda provocar lo que él llamó "ensueños verdaderos." Adoptando una posición determinada al disponerse a dormir, es posible, después de una pequeña práctica, compeler la aparición, en sueños, de cualquier escena de nuestra vida pasada que deseamos volver a vivir. El libro, por esta razón, vale bien la pena de ser leído.
Cuando se ha formado una nebulosa ígnea en el cielo y comienza a girar, se empieza a cristalizar en el centro, donde la rotación es más lenta, un poco de materia. Al alcanzar cierto grado de densidad, se ve lanzada a la vorágine, y girando cada vez más cerca de la superficie extrema, se ha convertido durante este proceso en el ecuador de un globo giratorio. Cuando llega el momento oportuno, esta materia es lanzada al espacio y, por lo tanto, separada de la economía de aquel movible sol.
Este proceso no se ejecuta automáticamente, como los científicos han pretendido hacernos creer. Este aserto ha sido probado en nuestro Concepto Rosacruz del Cosmos y en diversos capítulos de nuestras obras. Herbert Spencer también rechazó la teoría nebular, porque esta requiere la aceptación de una Causa Primera, la cual él negaba, aunque no pudo formular una hipótesis mejor para la formación de los sistemas solares, sino que todo es realizado mediante la actividad de un Gran Espíritu, a quien podemos llamar Dios o darle el nombre que elijamos. "Como es arriba, así es abajo," dice- el axioma hermético. El
hombre, que es un espíritu más bajo, también reúne alrededor de él sustancia de espíritu que se cristaliza en materia y se convierte en el cuerpo visible, el cual a la vista espiritual revela que está colocado en el centro de un aura de vehículos más sutiles. Estos últimos están en rotación constante. Cuando el cuerpo denso nace como un niño es extremadamente blando y flexible.
La niñez, la juventud y la madurez no son sino diferentes estados de cristalizaciones, cuyo proceso continúa hasta que por fin se alcanza un punto en el cual el espíritu no puede mover por más tiempo el cuerpo endurecido y lo abandona, al igual que el planeta es expedido por el Sol. Y esto es la muerte: el comienzo de un proceso de desnudamiento que continúa hasta el purgatorio. Las bajas y perversas pasiones y emociones que cultivamos durante la vida han cristalizado la materia de deseos en forma tal que deben ser expelidas también. Por este proceso, el espíritu queda expurgado de todo mal, bajo la misma ley que un solo queda expurgado de la materia que luego forma un planeta.
Si la vida ha sido honesta y honrada, este proceso no será muy doloroso, ni los deseos malos purgados de este modo persistirán durante largo tiempo después de haberse puesto en libertad, sino que se desintegrarán muy rápidamente. Si, por otra parte, se ha llevado una vida desastrosa en extremo, la parte de la naturaleza de deseos expurgada persistirá aún hasta el momento que el espíritu tenga un nuevo renacimiento en busca de ulteriores experiencias. Aquella materia de deseos perversa expurgada será atraída hacia él, y se ceñirá a él como un demonio, incitándolo a hacer todo lo malo que en sí mismo aborrece. La historia del doctor Jekyll y míster Hyde no es una idea fantástica de Roberto Louis Stevenson, sino que, por el contrario, está basada en hechos bien conocidos de los investigadores espirituales. Casos tales, por supuesto, aunque muy raros, son posibles, no obstante, y nosotros tenemos leyes tan desgraciadas que hacen que tales posibilidades se conviertan en probabilidades, especialmente en el caso de una cierta clase de los que llamamos criminales. Nos referimos a las leyes que castigan el asesinato con la pena capital.
Cuando un hombre es peligroso debe ser confinado, por supuesto; pero, aun apartándonos de la cuestión del derecho moral de una comunidad de arrancar la vida a nadie —cuyo derecho nosotros negamos—, la sociedad, por su propio acto de justicia contra un asesino, se opone al fin que persigue, porque si al impenitente criminal se lo recluye bajo cualquier disciplina en una prisión, durante el tiempo que le reste de vida, olvidará su odio o antipatía hacia su víctima y la sociedad misma, y cuando se vea como un espíritu libre en el Mundo del Deseo, puede que aun agradezca se le haya conmutado la pena capital por la de prisión perpetua y haberse convertido en una persona cristiana. Como consecuencia de esto seguirá su curso regocijado, y probablemente, en una vida futura, procurará ayudar a aquellos a quienes atacó en la anterior.
Cuando la sociedad se venga o hace justicia, como ella dice, y somete a una muerte violenta, inmediatamente después que haya cometido un crimen, a una persona, esta será propensa a suponer que ha sido injuriada, que se le ha inferido una ofensa horrible, y quizá con razón Entonces este individuo intentará generalmente "vengarse," como ellos lo consideran, e irá de un lado a otro, durante largo tiempo, incitando a cometer nuevos asesinatos. He ahí la razón de, que se produzca una epidemia de crímenes en un lugar a raíz de un ajusticiamiento, caso nada raro.
El regicida de Servia conmovió al mundo occidental con el sangriento complot, en el cual cayeron el archiduque Francisco Fernando de Austria y su esposa, siendo el ministro del Interior uno de los principales conspiradores, posteriormente escribió sus memorias, en las que dice que siempre que los conspiradores desean ganarse a la causa a alguien, obtienen éxito cuando queman incienso a tal efecto. Él no sabía el porqué, sino simplemente lo mencionaba a guisa de curiosa coincidencia. Para el investigador místico, el asunto es perfectamente claro.
Nosotros hemos mostrado la necesidad de tener un vehículo hecho de los materiales de cualquier mundo en el que deseemos actuar. Generalmente obtenemos un vehículo físico pasando por el vientre de nuestra madre, o bien, en casos contadísimos, gracias a un médium materializante, pero cuando solo es necesario influir en cierto sentido en algún otro, no necesitamos más que tener un vehículo hecho del éter correspondiente, el cual puede obtenerse de los humos de muchísimas substancias. Cada clase atrae una categoría distinta de espíritus, y no hay duda que el incienso quemado en las reuniones en que los conspiradores tramaban ganarse la voluntad de alguno y en las cuales obtenían su deseo era de un orden bajo y sensual, y atraía espíritus que tenían algún resentimiento contra la humanidad en general y contra el rey de Servia en particular. Estos descontentos no eran capaces de asesinar por sí miamos al rey, pero en cambio emplearon una influencia más sutil para favorecer a los conspiradores en sus maquinaciones. El asesino ajusticiado que tiene un resentimiento contra la sociedad, debido a su ejecución, puede entrar en los salones donde se reúne gente de baja estofa, donde los vapores del licor y el humo del tabaco ofrecen ocasiones para actuar sobre la clase de gente que se congrega en esos lugares, y la persona que tiene desenvuelta la vista espiritual se siente a menudo tristemente impresionada cuando observa las sutiles influencias a que están expuestos aquellos que frecuentan tales sitios. Por supuesto, es natural que el hombre influido por tales pensamientos debe de ser, en primer lugar, de bajo calibre, y que es imposible incitar a una persona honrada y de carácter benévolo a cometer un asesinato —a menos que se la ponga en estado hipnótico—, como sería hacer que un diapasón afinado según la nota C vibrase al herir otro diapasón en armonía con la nota G; pero, sin embargo, los pensamientos tanto de los vivos como de los muertos nos rodean constantemente, y no es posible que ningún hombre pueda conformarse a los cánones de una filosofía espiritual elevada bajo la influencia de! humo del tabaco o los estimulantes alcohólicos. Si se suprimiera la pena capital, los periódicos que dan sensacional publicidad a los crímenes, y las licorerías y manufacturas de tabacos, así como las fábricas de armas, tanto las blancas como las de fuego, cesarían bien pronto de existir. Pero las fuerzas de policías se podrían disminuir, las cárceles estarían vacías y los impuestos se reducirían sensiblemente.
Cuando una persona entra en el purgatorio es la misma exactamente que antes de morir. Tiene los mismos apetitos, gustos y aversiones, simpatías y antipatías. No obstante, hay una diferencia muy importante, es decir, que no tiene cuerpo denso por medio del cual pueda dar satisfacción a sus apetitos. El borracho busca su bebida, y en realidad con más afán que en esta vida, pero no tiene estómago que pueda contener alcohol y producir la combustión química necesaria que provoque el estado de intoxicación o embriaguez que lo deleita. Puede penetrar y penetra en los salones y tabernas, donde se mete dentro del cuerpo de un borracho en estado vivo, para de este modo obtener lo que desea, aunque de segunda mano, por decir así, y por lo tanto puede incitar a su víctima a beber más y más. Sin embargo, no hay real satisfacción. Ve el vaso lleno sobre el mostrador, pero la mano del espíritu es incapaz de levantarlo y llevarlo a los labios. De este modo sufre el suplicio de Tántalo hasta el momento en que comprende la imposibilidad de satisfacer su bajo deseo. Al llegar este momento se baila libre de dicho deseo, por lo menos en lo que concierne a tal vicio. No ha sido purgado de esta mal con intervención dé una airada deidad o de un demonio convencional envuelto en llamas del infierno y el tridente para aplicar el castigo, sino bajo una ley inmutable de dar a cada uno lo suyo y que hace cosechar lo que se siembra, sufriendo exactamente en la medida de sus vicios. Si su deseo por la bebida no era irreprimible, probablemente no echará de menos el licor donde ve que no puede obtenerlo. Si, por el contrario, sus deseos eran vehementes y vivía simplemente para beber, sufrirá horribles torturas del infierno sin necesidad de verse envuelto en llamas. De este modo la pena experimentada en la conjura de su mal será exactamente similar a la energía empleada en contraer tal vicio, así como la fuerza con la cual una piedra lanzada al  aire golpea a la tierra al caer es proporcional a la energía empleada para arrojarla al aire.
De todos modos, no está en el ánimo de Dios "vengarse"; el amor es más elevado que la ley y en su maravillosa misericordia y solicitud por nuestro bienestar ha abierto el camino del arrepentimiento y la reforma, por medio de lo cual podamos obtener el perdón de los pecados, como se nos ha enseñado por el Señor del Amor: Cristo. No, en verdad, contrariamente a la ley, porque sus leyes son inmutables, sino mediante la aplicación de una ley superior, por la cual lo conseguimos aquí, pues de lo contrarío estaría demorado hasta la hora de la muerte y forzado el día de la liquidación de cuentas. El método es el siguiente:
En nuestra definición acerca de la memoria subconsciente hemos visto que un registro de cada acto, pensamiento y palabra se transmite por el aire y el éter, penetra en nuestros pulmones y de ahí va a la sangre, para quedar finalmente inscrito en una tablilla del corazón: un diminuto átomo simiente, el cual forma de este modo el libro de los Ángeles del Destino. Se explicó después como este panorama de la vida se graba en el cuerpo de deseos y forma las bases de la retribución después de la muerte. Cuando hemos cometido un error y, en consecuencia, nuestra conciencia nos acusa de él y esta acusación es producto de un sincero arrepentimiento se-guido de la reforma, la imagen de aquel error se disipará gradualmente de este registro de nuestra vida. De este modo, cuando muramos, no estará allí para acusarnos. Notamos también que el panorama de la vida se desarrolla hacia atrás, justamente a renglón seguido de la muerte.
Luego, en la vida purgatorial, pasa este panorama otra vez ante la visión espiritual del hombre, quien entonces experimenta exactamente el mismo sentimiento que aquel a quien ofendió. Percibe que pierde su propia identidad en aquel momento y asume el estado de su víctima, experimentando todo el sufrimiento físico y mental que infligió a los otros. Por este procedimiento aprende a ser misericordioso en vez de cruel, y a obrar rectamente, en vez de perjudicar a los que se pongan en contacto con él en una vida posterior. Pero si se despierta a una realización o comprensión completa del mal antes de la muerte, entonces, como ya hemos dicho, el sentimiento de dolor de su víctima y la restitución en forma de desagravios que haga de su propia voluntad hacen innecesario el sufrimiento después de la muerte, y he aquí como sus pecados son perdonados.
Las enseñanzas de los misterios rosacruces nos dan un método científico por el cual un aspirante a la vida superior puede purgarse continuamente y, como consecuencia, estar en condiciones de ahorrarse la estada en el purgatorio. Todas las noches, después de acostarse, el discípulo pasa revista su vida durante el día anterior, en orden inverso. Empieza a visualizar tan claramente como le es posible la escena que sucedió antes de meterse en la cama. A continuación se esfuerza en recordar sus actos imparcialmente en tal escena, analizándolos para ver si obró bien o mal. Si obró mal debe esforzarse para sentir y comprender tan vividamente como le sea posible su objetable proceder. Por ejemplo, si se dirigió duramente a alguien y, al hacer esta retrospección, ve que no había razón para ello, procurará sentir exactamente como sintió aquél a quien hirió y buscará la primera oportunidad para pedirle perdón por expresiones infundadas.
Seguidamente examinará las escenas anteriores, que quizá sean las correspondientes a la cena. A este podrá considerar si comió para vivir tomando con prudencia alimentos preparados sin necesidad de sacrificar a otras criaturas de Dios (es decir, alimentos basados en la carne, que no pueden prepararse de otro modo que después de arrancar una vida animal). Si ve que permitió que su apetito se satisficiera más de la cuenta y que comió glotonamente, procurará dominar ese hábito, porque para vivir una vida pura tenemos necesidad de un cuerpo puro y nadie puede llegar a usufructuar sus mayores posibilidades mientras haga de su estómago une sepultura de cadáveres de animales sacrificados. Llegados a esto, nos parece oportuno transcribir un breve poema de Ella Wheeler Wilcox:

"Yo soy la voz de los que no hablan y por mí hablarán los que son mudos.
Y mi voz resonará en los oídos del mundo hasta el cansancio, hasta que
escuche y sepa los errores que se cometen con los débiles que carecen de palabra.
"El mismo poder formó al gorrión que al hombre, el rey de la creación.
El Dios del Todo dio una chispa anímica a todos los seres de pelo o pluma.
"Yo soy el guardián de mis hermanos y lucharé sus batallas y haré la defensa
del animal y del ave, hasta que el mundo haga las cosas como se debe."

De este modo el aspirante continuará revistando todas las escenas del día, en orden inverso, desde la noche a la mañana, y para sentirse realmente arrepentido por los errores en que hayan podido incurrir. No dejará tampoco de sentirse alegre cuando llegue a un acontecimiento en el que procedió bien, y cuanto con mayor intensidad puede corroborarlo, tanto más completamente limpiará el registro de la tablilla sobre su corazón y agudizará su conciencia. Así, a medida que pase el tiempo, año tras año, notará menos motivos para censurarse y acrecentará enormemente el poder de su alma. De este modo crecerá en una
proporción que sería imposible conseguir por otro método menos sistemático y no tendrá necesidad de permanecer en el purgatorio después de morir, por haber pasado por su purgatorio todas las noches al hacer este ejercicio que conocemos con el nombre de RETROSPECCIÓN.
Este ejercicio nocturno y otro por la mañana, si se realizan persistentemente un día tras otro, despertarán algún día la visión espiritual al mismo tiempo que prolongarán la vida. Esta materia ha sido ya tratada ampliamente en nuestra conferencia número 11 de la serie "Interpretación Rosacruz del Cristianismo" que lleva por título Vista y percepción espiritual; su cultivo seguro y su control, y consideramos innecesario insistir aquí sobre esta materia.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

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