jueves, 4 de febrero de 2010

LA CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE


CAPÍTULO IV

LA CONSTITUCIÓN DEL HOMBRE

El encabezamiento de este capitulo. que reza "La constitución del hombre," puede sorprender al lector que no se haya interiorizado previamente de las enseñanzas de Misterios, o puede que se imagine que tratamos de hacer una disertación sobre anatomía, pero no es esta nuestra intención. Hemos dicho de la Tierra en que vivimos que se compone de diferentes vehículos invisibles en adición del mundo que percibimos por nuestros sentidos. Hemos hablado igualmente del hombre diciendo que esta correlacionado
a tales divisiones de la Naturaleza, y una breve meditacion sobre el asunto nos convencerá rápidamente de que para poder funcionar sobre los diferentes pianos de existencia descritos es necesario que el hombre tenga un cuerpo compuesto de tal substancia, o que por lo menos haya adaptado para su propio uso algo del material de cada uno de aquellos mundos.
Hemos dicho que una materia sutil, llamada materia de deseos y mental, interpenetra nuestra atmósfera y la tierra solida, al igual que la sangre circula y se filtra por todas las partes de nuestras carnes. Pero esta no es una explicación suficiente para abarcar todos los hechos de la vida. Si eso fuera todo, entonces los minerales, que están interpenetrados por el Mundo del Pensamiento y el Mundo del Deseo, tendrían pensamientos y deseos al igual que el hombre. Este no es el caso, de modo que es menester algún otro requisito, que la mera interpenetración para adquirir las facultades del pensamiento y de la sensación.
Nosotros sabemos que para actuar en este mundo, para vivir como un ser físico entre los demás seres, debemos tener un cuerpo físico de nuestra propiedad, formado por los constituyentes químicos de este mundo visible. Cuando lo perdemos, a la muerte, no nos sirve de nada que el mundo esté lleno de los elementos químicos que son necesarios para constituir un cuerpo semejante. No podemos manejarlos y, por lo tanto, somos invisibles para los demás. De igual modo, si no poseyéramos un cuerpo especial hecho de éter, seríamos incapaces de crecer y de propagarnos. Este es el caso del mineral. Si no tuviéramos un cuerpo de deseos individual, seríamos insensibles a la sensación de los deseos y emociones, y, como consecuencia, no habría incentivo para movernos de un lugar a otro. Entonces estaríamos fijos en un sitio, como las plantas, y si no poseyéramos una mente, seríamos incapaces de pensar y actuaríamos por el impulso y el instinto, como los animales.
Puede que alguno, no obstante, objete este último argumento manifestando que los animales piensan. En lo que concierne a nuestros animales domésticos es parcialmente cierto, pero no piensan ni razonan del mismo modo que el hombre. La diferencia puede acaso comprenderse mejor si tomamos un ejemplo del campo eléctrico. Cuando una corriente eléctrica de alto voltaje se hace pasar por un alambre de cobre enrollado y otro alambre se coloca en el centro del arrollado, este alambre se cargará de electricidad de un
voltaje inferior, y así también el animal, cuando se lo llera dentro de la esfera del pensamiento humano, desenvuelve una actividad mental de un orden más bajo.
San Pablo, en sus escritos, menciona también el cuerpo natural y el cuerpo espiritual, pero el hombre en sí mismo es un espíritu que mora en estos vehículos. A continuación detallaremos brevemente la constitución de los diversos vehículos del hombre invisibles para la vista física, pero tan objetivos para la vista espiritual como lo es el cuerpo denso a la vista ordinaria.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

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