jueves, 4 de febrero de 2010

El MISTERIO DE LA LUZ, DEL COLOR Y DE LA CONCIENCIA


EL MISTERIO DE LA LUZ, DEL COLOR Y DE LA CONCIENCIA

"Dios es Luz," dice la Biblia, y por nuestra parte no somos capaces de concebir un símil mayor de su omnipotencia o el modo de Su manifestación. Aun los telescopios más potentes han fracasado en su propósito de alcanzar los límites de la luz, aunque nos descubren estrellas que están a millones de kilómetros de la Tierra. Ante esto, nos podemos preguntar a nosotros mismos, como el salmista del pasado: "¿Dónde podré ir para alejarme de tu presencia? Si asciendo a los cielos, Tú estás allí; si hago mi lecho en la tumba (la palabra hebrea sheol significa sepultura y no infierno, como se ha traducido), Tú estás allí; si montase en las alas de la mañana y me trasladase en ellas a las partes más lejanas del mar, aun allí Tu mano me guiaría." Cuando, en la alborada del Ser, Dios el Padre, emitió la Palabra, y el Espíritu Santo se movió sobre el mar homogéneo de la Materia Virginal, la obscuridad fue convertida en Luz. Ésta es, por lo tanto, la primera manifestación de la Deidad, y un estudio de los principios de la Luz revelará a la intuición mística una maravillosa fuente de inspiración espiritual. Como esto nos llevaría muy lejos, no entraremos aquí en la elucidación del tema sino para dar una idea elemental del modo que la Vida divina da energía a la forma humana y estimula a la acción.
Verdaderamente, Dios es uno e indivisible. Envuelve dentro de Su Ser todo lo que es, como un rayo de luz encierra todos los colores. Pero aparece trino en su manifestación, al igual que la luz blanca se refracta en los tres colores primarios: azul, amarillo y rojo. Dondequiera que veamos estos colores, son emblemas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Estos tres rayos primarios de la Vida divina se difunden o irradian por el Sol y producen Vida, Conciencia y Forma, sobre todos y cada uno de los siete portadores de luz, los planetas, que son llamados "los Siete Espíritus ante el Trono." Sus nombres son: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno y Urano. La teoría o ley de Bode nos señala que Neptuno no pertenece a nuestro sistema solar, y remito al lector a la obra Astrología Cíentífica Simplificada, escrita por el autor del presente trabajo, donde hallará la demostración matemática de este aserto.
Cada uno de los siete planetas recibe la luz del Sol en diferente proporción, con arreglo a su proximidad a la órbita central y a la constitución de su atmósfera, y los seres de cada uno de ellos, conforme a su estado de evolución, tienen afinidad con algunos de los rayos solares. Ellos absorben el color o los colores que les son armónicos y reflejan el resto sobre los otros planetas. Estos rayos reflejados llevan en sí un impulso de la naturaleza de los seres con los cuales han estado en contacto.
De este modo, la Luz y Vida divinas van a todos los planetas, bien directamente desde el Sol, o bien reflejadas por los otros seis planetas hermanos, y al igual que la brisa del verano, que ha cruzado los campos en flor, lleva en sus silenciosas e invisibles alas la fragancia resultante de multitud de flores, así también las influencias sutiles del jardín de Dios nos traen los impulsos fundidos de todos los espíritus, y en tal luz multicolor nos movemos, vivimos y tenemos nuestro ser.
Los rayos que vienen directamente del Sol producen iluminación espiritual; los rayos reflejados desde los demás planetas crean aumento de la conciencia y desarrollo moral, y los rayos reflejados por la Luna producen crecimiento físico.
Pero, como cada planeta solo puede absorber una cantidad determinada de uno o más colores, conforme al estado general de su evolución, así también cada ser sobre la Tierra (mineral, vegetal, animal y humano) puede absorber y nutrirse únicamente con una determinada cantidad de los diversos rayos proyectados sobre la Tierra. Los demás no le afectan ni le producen ninguna sensación, así como el ciego tampoco tiene conciencia de la luz y el color que existen por todas partes alrededor de él. Así pues, cada ser es afectado distintamente por los rayos estelares, y la astrología es una verdad fundamental de la naturaleza y de enorme trascendencia en la elevación espiritual.
En los caracteres místicos de la figura de un horóscopo podemos descifrar nuestras propias fortalezas y debilidades, con los medios más convenientes para nuestro desenvolvimiento, o bien ver las tendencias olé los amigos que acuden a nuestro lado como hijos y los rasgos que están latentes en ellos. De este modo sabremos claramente como cumplir nuestro deber de padres, reprimiendo el mal antes que se manifieste y alimentando el bien en ellos, a fin de estimular y cultivar las tendencias espirituales de las almas confiadas a nuestro cuidado.
Como ya hemos dicho, el hombre vuelve a la Tierra a cosechar lo que ha sembrado en las vidas previas y para echar nuevas semillas que proporcionarán futuras experiencias. Las estrellas son los relojes celestiales que miden el año; la Luna indica el mes en que el tiempo es el más propicio para la recolección o la siembra.
El niño es un misterio para todos nosotros; solo podemos saber sus propensiones a medida que lentamente van convirtiéndose en características; pero, por lo general, es demasiado tarde para enmendarlas cuando los malos hábitos se han formado y ya se está en plena juventud. Un horóscopo levantado con arreglo a la hora del nacimiento, en forma científica, indica las tendencias al bien o al mal que tiene el niño, y si un padre se toma la molestia que es necesaria para estudiar la ciencia de las estrellas, puede prestarle un servicio inestimable al ser confiado a él, pues le es dable fomentar y nutrir las tendencias al bien que tenga, al mismo tiempo que reprimir las malas inclinaciones del niño antes que se cristalicen en costumbres. No se crea que es preciso un conocimiento superior de matemáticas para preparar un horóscopo. Algunos hacen este trabajo de manera tan complicada, tan "abstracta y preciosamente hecho", que resulta ininteligible para ellos y para los demás; mientras que uno simple, de lectura y comprensión fácil, puede hacerlo cualquiera que sepa sumar y restar. Este método ha sido dilucidado extensamente en el libro Astrología Científica Simplificada, el cual es una obra de texto completa sobre la materia, a la vez que pequeña y económica, y cualquier padre que anhele ardientemente el
bienestar de sus hijos debe esforzarse en hacerlo por sí mismo, pues aunque su habilidad no pueda compararse con la de un astrólogo profesional, su conocimiento íntimo del niño y su profundo interés compensarán sobradamente la falta de competencia y lo capacitarán para profundizar en el carácter del niño por medio del horóscopo.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

*

No hay comentarios:

Publicar un comentario