jueves, 4 de febrero de 2010

LA REGIÓN DEL PENSAMIENTO CONCRETO


LA REGIÓN DEL PENSAMIENTO CONCRETO

La Región del Pensamiento concreto no es ni oscura ni ilusoria. En la cúspide de la realidad y este mundo que nosotros, equivocadamente, consideramos la única verdad, no es más que una pobre réplica o reflejo efímero y fugaz de tal Región.
Un momento de reflexión nos indicará la razón de este aserto y probará nuestro argumento de que todo lo que vemos aquí es realmente un pensamiento cristalizado. Nuestras casas, nuestra maquinaria, nuestras sillas y mesas, todo lo que ha sido hecho por la mano del hombre, es la incorporación de un pensamiento.
Al igual que los jugos del blando cuerpo de un caracol se cristalizan gradualmente hasta llegar a la dura y resistente corteza que forma el cascarón que lleva a cuestas y que lo oculta, así también todo lo que utiliza nuestra civilización es una concreción de la invisible e intangible materia mental. El pensamiento de Jaime Watt con el tiempo se condensó en la máquina de vapor y revolucionó el mundo. El pensamiento de Edison se cristalizó en un generador eléctrico que ha cambiado la noche en día, y si no hubiera sido por los pensamientos de Morse y Marconi, el telégrafo no hubiera acortado las distancias, como pasa actualmente.
Un terremoto puede hundir a una ciudad y demoler la fábrica de luz y la flotación de telegrafía de la misma, pero los pensamientos de Watt, Edison y Morse permanecen, y sobre las bases de sus ideas indestructibles pueden ser construidas nuevas máquinas y desempeñar las operaciones de las destruidas.
Así, pues, los pensamientos son más permanentes que las cosas.
El sensitivo oído del músico percibe una nota musical en cada ciudad, que es diferente de la de otra población cualquiera. Oye también una melodía nueva en cada arroyuelo, y para él, el rumor del viento en las copas de los árboles de bosques diferentes tiene un sonido distinto. En el Mundo del Deseo notamos la existencia de formas semejantes a los modelos de las cosas de aquí, y también que aparentemente un sonido procede de la forma; pero en la Región del Pensamiento concreto es diferente, pues mientras cada forma ocupa y oscurece aquí determinado espacio, la forma no existe cuando se ve desde el punto de vista de la Región del Pensamiento concreto. Donde estuvo la forma se observa un espacio vacío y transparente.
De aquel punto vacío viene un sonido, el cual es la nota clave que crea y mantiene la forma, y de aquí que parezca que de ella nos llega, así como el centro invisible de una luz de gas es el origen de la luz que percibimos.
El sonido en el vacío no puede ser oído en el Mundo Físico, pero la armonía que procede desde una cavidad vacía de un arquetipo celestial es la "voz del silencio," y esta se hace audible cuando todos los sonidos terrestres han cesado. La voz de Elias no se oía cuando la voz del huracán y de la tormenta rugían, ni estaba en evidencia durante la remezón de un terremoto, ni mientras se manifestaba un incendio crepitante y devorador; pero cuando los sonidos destructores e inarmónicos de este mundo se habían apagado,
la "silenciosa vocesita" exteriorizaba sus mandamientos para salvar la vida de Elias. Aquella "nota-clave" es una manifestación directa del Yo Superior, que usa para imprimir y gobernar la personalidad que él ha creado. Pero, ¡ay!, parte de su vida se ha hundido en la parte material de su ser, que de este modo ha obtenido una cierta voluntad de sí mismo y a menudo están en guerra los dos lados de su naturaleza.
Por último, llega un momento en el que el espíritu está demasiado cansado para seguir luchando con la carne recalcitrante, y entonces cesa de oírse la "voz del silencio." No importa cuanto alimento terrenal podamos proporcionar a nuestra forma: nada de esto surtirá efecto en ella, una vez que este sonido armonioso, esta "palabra del cielo," no reverbera ya por medio del punto vacío del arquetipo celestial, porque el "hombre no vive únicamente de pan," sino por la PALABRA, y la última vibración sonora de aquella "nota clave" es la campanada de muerte del cuerpo físico.
En este mundo estamos compelídos a estudiar e investigar una cosa antes que podamos conocer algo de ella, y aunque las facilidades para adquirir este conocimiento son, en algunos sentidos, mucho más grandes que en el Mundo del Deseo, es necesario, no obstante, hacer determinada cantidad de investigaciones para adquirir el conocimiento. En el Mundo del Pensamiento, por el contrario, esto es diferente. Cuando deseamos conocer una cosa cualquiera de allí y dirigimos en tal sentido nuestra atención, entonces aquella cosa nos habla de ella, por decirlo así. El sonido que emite nos da inmediatamente la más lúcida comprensión de cada fase de su naturaleza. Alcanzamos una idea total de su historia pasada; se desarrolla ante nosotros su vida y nos parece vivir a través de todas las experiencias junto con la cosa que estamos investigando.
Si no fuera por una dificultad enorme, el conocimiento obtenido de este modo sería verdaderamente apreciable. Pero toda esta información, esta vida pictórica, fluye sobre nosotros en un momento a una velocidad pasmosa, en un abrir y cerrar de ojos, así que no tiene ni principio ni fin, porque como ya hemos dicho, en el Mundo del Pensamiento todo es un gran AHORA, y, por lo tanto, el tiempo no existe.
Como consecuencia de esto, cuando deseamos utilizar en el Mundo Físico la información que se nos ha facilitado por los arquetipos, debemos desarticularla y disponerla en orden cronológico con su comienzo y su fin. antes que se haga inteligible para los seres que viven en un reino en el que el tiempo es un factor primordial. Esta disposición es una tarea muy difícil, porque como todas nuestras palabras están acuñadas y corresponden a nuestra mentalidad tridimensional del espacio, aquel momento rapidísimo, la unidad de tiempo insignificante en que se nos da la información en aquel reino, hace que muchas cosas no puedan ser impresas en nuestra memoria y. como consecuencia, se pierdan al pretender comunicarlas en el Mundo Físico.
Entre los habitantes de esta Región del Pensamiento concreto podemos notar especialmente dos clases. Una es llamada las fuerzas de las tinieblas por San Pablo, y el investigador místico del Mundo Occidental los conoce con el nombre de Señores de la Mente. Fueron humanos en el momento en que la Tierra se hallaba en un estado de tinieblas semejante a aquel por el que pasan los mundos en formación antes que se hagan luminosos y alcancen el estado nebulosa de fuego. En aquella época nos encontrábamos en el estado mineral de nuestra evolución. Es decir que el Espíritu humano que ahora ha despertado estaba incrustado en la bola de la materia mental que entonces era la Tierra. En tal época los actuales Espíritus humanos hallábanse aletargados, como lo está la vida que ahora anima a los minerales y como ahora estamos trabajando con los constituyentes minerales químicos de la Tierra, moldeándolos en casas, ferrocarriles, vapores, sillas, etc., asimismo, aquellos seres que ahora llamamos los Señores de la Mente, trabajaron con nosotros cuando éramos semejantes a los minerales. Desde entonces han avanzado tres grados, o sea pasando por los estados de ángeles y arcángeles, antes de alcanzar su posición actual y haberse convertido en inteligencias creadoras. Son manipuladores especialistas de la materia mental, así como nosotros lo somos de las substancias minerales a nuestro alcance, y, por lo tanto, nos han dado la ayuda requerida para adquirir la mente que hasta hoy es el más elevado desarrollo del ser humano.
Con arreglo a la explicación anterior, parece una anomalía que Pablo hable de esa clase de habitantes como de seres perversos y nos exhorte a huir de ellos. La dificultad de comprender esto desaparece, no obstante, cuando convenimos que el bien y el mal solo son elementos relativos. Este ejemplo nos lo hará evidente: supongamos que un constructor especialista de órganos ha construido un instrumento maravilloso. Entonces, como tal artífice ha seguido su vocación en debida forma, es ensalzado y elogiado por su obra. Pero si este artista no queda satisfecho al llegar a este punto, si se rehusa a poner el instrumento en manos de un músico, quien conoce el modo de tocarlo, y, lejos de esto, se atreve él mismo a hacerlo en una sala de conciertos, entonces este artífice, bueno como constructor de un instrumento musical, será malo como ejecutante, como organista, y el público, olvidadizo o ignorante del bien que le arrancó aplausos y elogios, lo censurará ahora por lo mal que toca.
De igual modo, los Señores de la Mente hicieron el servicio más grande a la humanidad cuando ayudaron a esta a adquirir la mente; pero ahora vienen de ellos muchas influencias de pensamientos sutiles, y debemos, por lo tanto, resistirlas, como Pablo nos lo advierte debidamente.
La otra clase de seres que debemos mencionar son los llamados Fuerzas Arquetípicas por la Escuela de Ocultismo occidental, que son las que dirigen la energía de los Arquetipos creadores nativos de este plano.
Son una clase de seres compuestos de inteligencias de grados muy diferentes, y hay un estado en la jornada cíclica del Espíritu humano en que este espíritu trabaja allí y forma parte de aquella gran hueste de seres. Porque como el Espíritu humano está destinado también a convertirse algún día en una gran inteligencia creadora, si no hubiera escuela en la que pudiese aprender a crear, no le sería posible el avance, porque nada en la Naturaleza está hecho sin sistema y de repente. Una semilla de roble puesta en el suelo no se convierte en árbol majestuoso de la noche a la mañana, sino que requiere muchos años de lento y persistente crecimiento ante que el alcance la corpulencia que tienen estos gigantes del bosque.
Asimismo, un hombre no se convierte en un ángel por el mero hecho de, morir y penetrar en un nuevo mundo, así como tampoco un animal no se hace hombre a consecuencia de tal proceso. Pero, con el decurso de los tiempos, todo lo que vive sube la escalera del ser que se eleva desde la arcilla a Dios. No hay limitación posible para el espíritu, y de este modo, en diferentes estados de su desarrollo, el Espíritu humano trabaja con las otras fuerzas de la Naturaleza, con arreglo al estado de inteligencia alcanzada por él en tales momentos. Este crea, cambia y moldea de nuevo la Tierra en la que ha de vivir. De este modo, regido por la gran ley de Causa y Efecto que observamos en todos los planos de la Naturaleza, cosecha en la Tierra lo que ha sembrado en el Cielo, y viceversa. El espíritu crece lenta, pero persistente y continuadamente.

del libro "Los Misterios Rosacruces", de Max Heindel

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